La realidad supera a la ficción, pero a veces parece que la imita. En el documental de Netflix de tres episodios American Nightmare (Pesadilla de un secuestro en California) (2024) tenemos todos los ingredientes de una fascinante historia con ecos a Gone Girl (Perdida) (2014), la película de David Fincher basada en una novela de Gillian Flynn que a su vez fusilaba de manera muy elegante a Patricia Highsmith y su novela Crímenes imaginarios (A Suspension of Mercy), publicada en 1965.
Un año después de estrenarse la película de Fincher, concretamente en marzo de 2015, una pareja joven fue asaltada en su casa de Mare Island, Vallejo, California, por un hombre con un traje de neopreno. La localidad de Vallejo presumía de ser “un lugar donde te sientes seguro”, pero para Denise Huskins y Aaron Quinn, fisioterapeutas de 29 años, no lo fue esa noche de marzo.
El intruso amordazó a Aaron y se llevó a Denise. La pesadilla americana comenzaba para esta pareja, un asunto extraño y sórdido donde no faltaba de nada. La prensa no creyó a Aaron y los periódicos bautizaron a todo este feo asunto como “Gone Girl Case”, convencidos de que los dos jóvenes estaban reproduciendo la trama de la película. Todo ayudaba. Ella era rubia, la típica chica californiana con un aire a Rosamund Pike. Él, en la línea de lo que hacía Ben Affleck en la película, estaba confundido y perdido.
Nada tenía sentido. La gran farsa había empezado y con ella el circo mediático. El caso “Gone Girl” lo tenía todo: unos protagonistas atractivos, una cabaña en el bosque, una home invasion sin nada que envidiar a la de la película de Bryan Bertino The Strangers (2008), los impresionantes paisajes de South Lake Tahoe, una ex novia muy oportuna, misteriosos mensajes a periodistas curiosos y hasta una mención, clave en la trama, al terrible accidente provocado por el copiloto de un avión en Los Alpes el 24 de marzo de 2015 que había despegado de Barcelona. Murieron las 150 personas que iban a bordo.
