La diabólica Ava Gardner y su colonia de hippies

“Parecía una diosa”, exclama Janet (Stephanie Beacham) cuando ve por primera vez a la imponente y amenazante Michaela Cazaret. 

Así que Roddy McDowall ya sabía qué tipo de actriz necesitaba para interpretar a Michaela: una verdadera diosa. 

La viuda del diablo (The Ballad of Tam Lin) (1970) es una fábula de terror que cuenta la historia de una mujer madura que se rodea de un grupo de jóvenes aficionados a las drogas, a no hacer nada y a vivir del cuento en la elegante mansión de la señora, que es muy rica y en realidad es una bruja.

Era un proyecto muy querido para Roddy, su primer largometraje como director tras una larga carrera de actor, primero de niño en películas como ¡Qué verde era mi valle! (1941) o La cadena invisible (1943) y luego de adulto en Cleopatra (1963), El planeta de los simios (1968), La bruja novata (1971), La aventura del Poseidón (1972) o Muerte bajo el sol (1982).

Roddy McDowall era un producto de Hollywood y conocía la industria como la palma de su mano, pues llevaba en ella desde los 10 años. 

La viuda del diablo iba a ser su primera, y al final única, película como director. Y necesitaba a una diosa para interpretar a una diosa, su heroína tiránica y magnética. “Sólo podía ser interpretada por una criatura que cuando saliera al escenario, llevara consigo hechizo, madurez y misterio. Vivien Leigh podía haber sido una opción, pero estaba muerta. Probablemente también Jeanne Moreau podría haberla hecho”, comentó el actor, aunque él ya tenía su candidata: Ava Gardner, otra superviviente del Hollywood clásico a la que había conocido muchos años atrás en los pasillos de la MGM cuando él tenía 13 años y ella 20.

El problema es que Ava estaba prácticamente retirada del cine, bebiéndose la vida, en Londres, en Madrid o donde estuviese en ese momento. Tenía 47 años y pocas ganas de volver a ser actriz. Y, además, una increíble capacidad para, cuando necesitaba dinero y decidía volver, elegir los proyectos equivocados. En ese sentido había rechazado Dulce pájaro de juventud (1962), La pantera rosa (1963) y El graduado (1967).

Sin embargo, aceptó el más extraño de todos porque Roddy le caía bien y quiso contribuir a hacer realidad el sueño de su amigo de dirigir una película.

Se equivocó porque, como señaló el propio McDowall, “nadie vio la película, al menos durante años”. A nadie le interesó y cayó en el olvido. Ni siquiera es una película de culto, el último salvavidas de los proyectos que nadie ve y a nadie le importan cuando se estrenan. 

Billy Williams, el director de fotografía, describió a Ava como “esbelta, con piernas no demasiado largas, aunque con semejante cuerpo y esa maravillosa forma de moverse, parecía muy alta cuando estaba sentada”.  Williams recordaba el porte majestuoso de la actriz: “tenía algo, un aplomo y una elegancia que te daban a entender al instante que era una estrella. Sólo mirarla inspiraba respeto”.

La trama era escabrosa, pero el rodaje fue tranquilo y amistoso. Todos se hicieron amigos mientras grababan en las zonas boscosas del valle de Tweed, sudeste de Escocia. La casa donde Michaela Cazaret vive con todos esos hippies era en realidad Traquair House, antigua residencia de reyes. Todo el equipo se instaló en el hotel Peebles Hydro “enorme balneario eduardiano donde se veían viejas y respetables damas escocesas que iban allí todos los años”, en palabras de Lee Server, uno de los biógrafos de la actriz.

Joanna Lumley, que seis años después sería Purdey en Los nuevos vengadores, recuerda que Ava se integró en el grupo de jóvenes actores del reparto, era una más, siempre muy cariñosa con ellos. En ese grupo también estaba Bruce Robinson, actor en Diario íntimo de Adele H. (1975), de François Truffaut, y de la española Los viajes escolares (1976), de Jaime Chávarri, y futuro director de la aplaudida Withnail y yo (1987) y del thriller Jennifer 8 (1992), con Uma Thurman y Andy Garcia, que no le gustó nada, hasta el punto de afirmar: “Tras la innombrable Jennifer 8, me propuse no volver a dirigir jamás” (no cumplió su promesa y en 2011 hizo Los diarios del Ron).

Pero por encima de todos ellos, jóvenes que empezaban sus carreras, destaca Ian McShane, como el objeto de deseo de Michaela. Tenía 27 años y ya era un gran actor. Cuando la Metro propuso a Ava que interpretara a Alexandra del Lago en Dulce pájaro de juventud (1962), la actriz lo rechazó porque ese papel de “actriz en declive adicta a las pastillas y devoradora de hombres jóvenes le pareció demasiado cercano a ella como para sentirse cómoda interpretándolo”, en palabras de Server. Con Michaela y su relación con Tom Lynn, el personaje de McShane, le podía pasar lo mismo y, sin embargo, quiso hacer la película. 

Como dijo Roddy McDowall: “Era una actriz maravillosa, aunque ella nunca se lo creyó”.

La viuda del diablo se puede ver en Filmin

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