El campeón español de origen georgiano lanzó el reto: “Te espero en España”, le dijo al irlandés Conor McGregor. Y añadió: “es la hora del espectáculo. Es la hora de traer la UFC a España, y Conor McGregor si tienes pelotas te estaré esperando”. Muchos piensan que el ansiado encuentro entre los dos campeones es un imposible, que nunca se verán las caras las dos estrellas de la UFC (Ultimate Fighting Championship), el campeonato de lucha extrema que, mezclando diferentes disciplinas de combate, incluyendo el boxeo, jiu-jitsu brasileño, sambo, lucha, muay thai, taekwondo, karate, judo, kick boxing y otros estilos, es ahora mismo el espectáculo deportivo de moda en el mundo.
Topuria contra McGregor es “un sueño húmedo” para sus millones de seguidores, pero McGregor contra Jake Gyllenhaal es una realidad. El actor de 43 años nominado al Oscar es uno de los más solicitados de Hollywood, un camaleón que se mueve por aguas turbulentas con resultados inquietantes (ahí están el detective que busca a las niñas desaparecidas de Prisioneros, el escritor de Animales nocturnos o la hiena rastrera que busca la sangre con sus fotos en la demoledora Nightcrawler).
En Road House, Gyllenhaal interpreta a un ex campeón de peso medio de la UFC que quiere dejar atrás su pasado y acepta trabajar como portero de seguridad en un paradisiaco bar de los Cayos de Florida. Y a partir de aquí hay que decir varias cosas: la película la dirige Doug Liman, el hombre que hizo The Bourne Identity (2002), primera entrega de la saga que sentó las bases de todo lo que vino después, el que tuvo la feliz idea de juntar a Brad Pitt y Angelina Jolie en Sr. y Sra. Smith (2005) y el director de Tom Cruise en Al filo del mañana (2014) y Barry Seal (2017).
Efectivamente, Gyllenhaal se enfrenta con Conor McGregor porque resulta que el bar en cuestión está en un terreno que lo quiere un mafioso del lugar y contrata al mejor matón del mundo para crear problemas y termine cerrando. Ese es McGregor, al que vemos por primera vez desnudo y repartiendo guantazos. Road House es como un western, el forastero llega para comprobar que los habitantes del lugar están aterrorizados por la banda de indeseables. Hay muchas peleas en el bar, una detrás de otra, sin parar. Hay tantas que uno se pregunta de dónde saca el dinero la dueña para tanta reforma. Pero ese dato no importa, porque es todo tan entretenido que las dos horas de película pasan como una fiesta donde los primeros que disfrutan son los actores (sobre todo Conor McGregor, que da la sensación de estar pasándoselo bomba en su debut cinematográfico).
El escenario es una maravilla porque, como dice uno de los personajes, “las cosas malas pasan en los días preciosos”. El portugués Joaquim de Almeida, que ha trabajado mucho en España, hace de sheriff como lo haría cualquier buen actor en una película de serie B. “La gente de por aquí es bastante agresiva”, dice Dalton, el protagonista, y por eso se puede hacer una película sobre peleas en bares donde hasta sale un cocodrilo devora hombres. Hay una chica con agallas que, además, es médico en el hospital por donde van pasando todos los que buscan pelea con Dalton. La interpreta la actriz portuguesa Daniela Melchior.
Es evidente que Gyllenhaal se tuvo que someter a un entrenamiento extremo (le preparó el famoso Jason Walsh) pero no importa porque el actor suele moldear su cuerpo según lo exija el guion (para Nightcrawler perdió 10 kilos). Lo que no se sabe es que se infectó la mano tras cortarse rodando una escena y las cosas se pusieron muy complicadas para él. Y que lo que vemos no es Florida. En realidad estamos en la República Dominicana, donde la película se rodó en su totalidad.
Road House es como un encargo que Doug Liman ha hecho suyo (heredó el proyecto de Rob Cohen), una práctica muy habitual en el Hollywood de las décadas de 1940 y 1950, donde grandes cineastas dirigían simplemente los guiones que el estudio les iba pasando, y lo hacían con una profesionalidad y un buen hacer que para sí quisieran esos otros directores que se creen superiores a estos porque sólo ruedan proyectos personales.
Road House es un remake de una película de 1989 protagonizada por el recordado Patrick Swayze en el momento cumbre de su estrellato. También él se lesionó durante el rodaje (en su caso la rodilla) y siempre definió el proyecto como un western moderno. Y, aunque no funcionó en taquilla, Road House le trajo suerte a Patrick. Como se había lesionado, consideró que su siguiente proyecto debía ser una historia tranquila que no requiriese escenas de acción. Entonces rechazó Tango y Cash (1989) y Depredador 2 (1990) y se decidió por una historia de fantasmas que no prometía mucho. Era Ghost (1990), que costó hacer 22 millones de dólares y recaudó en el mundo 505.