“Salir del armario no era una solución inteligente para tu carrera”, dice Rupert Everett en el documental de HBO Max Kevin Spacey: al descubierto (Spacey Unmasked) (2024), donde varios hombres miran a cámara y cuentan desgarradores testimonios relacionados con Kevin Spacey. Cómo el actor abusó de ellos, se aprovechó, les intimidó y les incomodó. Y lo hizo porque tenía poder en su condición de estrella de cine y como director creativo en Londres del Old Vic.
Podemos decir, aunque mal dicho y teniendo en cuenta cómo les fueron las cosas en esos tiempos tan convulsos, que Everett tomó la solución menos inteligente y Spacey la más inteligente. Los dos tienen la misma edad, nacieron en 1959, uno en Estados Unidos y el otro en Inglaterra.
El actor inglés tenía razón. Spacey se negó a hablar de su condición sexual, incluso cuando las revistas llegaban con titulares del estilo: “Kevin Spacey tiene un secreto”, mientras miraba para otro lado y bailaba con Lauren Bacall como si no pasara nada. En 10 años, de 1995 a 2015, el actor de Nueva Jersey ganó, entre otros, dos Oscar (de reparto por Sospechosos habituales y protagonista por American Beauty), un Bafta, un Globo de Oro (por House of Cards), el premio de la Asociación de críticos de Nueva York por sus interpretaciones en Seven, Sospechosos habituales, El factor sorpresa y Estallido y fue condecorado por el entonces príncipe Carlos por sus servicios al teatro británico. Mientras Hollywood le aplaudía y le adoraba, el actor, según los testimonios que escuchamos en el documental, estaba destrozando las vidas e ilusiones de chicos que soñaban con subirse a un escenario o ponerse delante de una cámara.
A Rupert Everett, en cambio, Hollywood le dio una patada. Lo ha contado el propio actor, que no ha tenido nunca ningún problema en hablar de su homosexualidad. El éxito de La boda de mi mejor amigo (1997) le abrió las puertas de la meca del cine y fue entonces cuando le llamó su amiga Sharon Stone. “Me comentó que estaba preparando la secuela de Instinto básico, que se iba a rodar en Reino Unido y que quería que me entrevistara con David Cronenberg, el director contratado en aquel momento. Sharon quería que yo fuera el protagonista. David y yo sintonizamos enseguida y él me confirmó que había encontrado al actor perfecto. Fue entonces cuando se desató la tormenta. Mi agente me aseguró que los ejecutivos del estudio nunca aceptarían a un homosexual para ese papel”.
Al final la película se hizo y a nadie le importó porque fue un desastre. No estuvieron ni Cronenberg ni Everett, en su lugar contrataron al cineasta Michael Caton-Jones y al actor inglés David Morrissey.
Eso fue en 2006, el año en que Kevin Spacey interpretó a Lex Luthor en la superproducción de 270 millones de dólares Superman Returns, un personaje que siempre estuvo pensado para él, hasta el punto de que el calendario de producción se ajustó para adaptarse a las vacaciones de seis semanas de Spacey en el Old Vic.