¿Quién es Pauline Kael, a la que Tarantino va a dedicar su nueva película?

Ha dicho que será la última, se titulará The Movie Critic y hablará de una época en la que hacer cine era algo emocionante. La historia se centrará en uno de los grandes iconos de la cultura cinematográfica norteamericana, una de las mujeres más influyentes de la historia del cine: Pauline Kael (1919-2001).

Esta mujer nacida en Petaluma, California, fue un personaje clave en la creación de lo que se llamó “El Nuevo Hollywood”, esa generación de jóvenes directores y actores que desembarcaron con sus películas y revolucionaron el sistema para cambiarlo radicalmente. 

En el grupo “salvaje” estaban Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Brian de Palma, William Friedkin, Robert Altman, Robert De Niro, Al Pacino, Jack Nicholson, Arthur Penn, Bob Rafelson, Robert Evans, Warren Beatty, Peter Bogdanovich, Michael Cimino, Roman Polanski, Paul Schrader y Robert Towne, entre otros. Las películas que hicieron temblar los cimientos fueron Bonnie and Clyde (1967), El padrino (1972), El Exorcista (1973), Taxi Driver (1976), Shampoo (1975) y otras muchas.

Y en medio de todos y todas estaba Pauline, acechando, vigilando y sentenciando desde su columna de crítica de cine en The New Yorker. Peter Biskind en su libro sobre ese momento de auténtica revolución Moteros tranquilos, toros salvajes (Anagrama) la define como “una mujer diminuta, con aspecto de pajarillo, que habría podido ser la secretaria de una pequeña universidad femenina de Nueva Inglaterra”.

Pauline Kael no era una crítica de cine, era “la crítica de cine”. Tenía tanto poder que en varias ocasiones en sus manos estaba el hundir o rescatar una película. Por ejemplo, Bonnie and Clyde (1967), de Arthur Penn, salvada gracias a su columna, donde la defendía y llegaba a asegurar que era la producción americana más emocionante desde El mensajero del miedo (1962) “y el público lo sabe”. “Sin Pauline, Bonnie and Clyde habría muerto como un perro”, dijo el guionista Robert Towne. Y esa fue una de las películas que cambiaron Hollywood.

Otra fue Malas Calles (1973), de Martin Scorsese. El productor de la película, Jonathan Taplin, confiesa que “al día siguiente de su crítica, ya había colas para ver la película. Fue Kael la que hizo Malas calles, fue ella la que hizo a Marty (Scorsese). Los ejecutivos del estudio también leyeron la crítica y si Pauline decía que era estupenda, también para ellos lo era”.

Pauline se codeaba con los cineastas y con cada uno de ellos desarrolló una relación diferente. Era amiga de Paul Schrader, “me sacó de la nada porque para mí era la única conexión posible con una carrera en el cine. Me daba terror pensar que de repente pudiera atropellarla un coche”. Enemiga de Warren Beatty, con el que tuvo sus más y sus menos por culpa de El cielo puede esperar (1978), comedia que ridiculizó en su columna. Warren llamaba “Ma Baker y su banda” a Pauline y sus seguidores y Schrader dio en el clavo como testigo en la distancia de esta enemistad: “Como tenía tanto poder, la mayoría de los ejecutivos la temían, pero en la industria prevalecía la sensación de que Warren era el único que podía derribarla”.

Coppola sospechaba que le atacaba porque no le hacía suficientemente la pelota. Robert Towne la adoraba porque “era la única persona que en la segunda mitad del siglo veinte fue capaz de llevar la crítica a nivel de arte” y estaba “extrañamente loca” por Spielberg hasta el punto de considerar Loca evasión (1974) como “uno de los debuts más fenomenales de la historia del cine”. En cierta ocasión dijo de él que era un “mago”.

A Pauline no le gustó El exorcista (1973), pensaba que Malas Calles (1973) era “una auténtica obra original, un triunfo del cine de autor y la mejor película norteamericana del año”, de Nashville (1975) dijo que era como “una orgía para los amantes del cine”, de El padrino (1972) que era“la mejor película de gángsters jamás filmada en este país” y de M.A.S.H. (1970) que era “la mejor comedia americana de guerra desde el inicio del cine sonoro”.

Peter Biskind dedica muchas páginas a Pauline, una mujer de “apariencia poco interesante”, apasionada del cine, defensora de los directores y que “no sólo escribía artículos de rutina en los que indicaba a los lectores la mejor manera de pasar la noche del sábado”. Defendía el cine como arte y más concretamente el cine americano, tan denostado.

Al final de su carrera, Pauline se encontró con un colega de profesión y le confesó con cierta tristeza: “¿Te acuerdas de los sesenta y setenta, cuando el cine estaba al rojo vivo y nosotros también? Entonces sí que hacer cine parecía importante”. Quentin Tarantino se encargará ahora, con su nueva ¿y última? película, de demostrar que los tiempos en los que hacer cine era importante no se han terminado.

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