Todos quieren adaptar a Stephen King. Y si no puedes o no quieres, vas a su hijo, como ha hecho el nunca suficientemente valorado Scott Derrickson. En Black Phone (2021), el director de Líbranos del mal (Deliver Us from Evil) (2014) versionó un relato corto de Joe Hill, uno de los tres hijos del famoso escritor y de su mujer Tabitha. La operación salió redonda, en calidad y cantidad (18 millones de presupuesto, más de 160 de recaudación mundial).

Black Phone 2 es una gozada macabra para los amantes del terror. Empieza la película y nos enteramos de horribles sucesos que ocurrieron en el pasado en un campamento para chavales. Pero, aunque estamos en un lago entre bosques que esconde muchos secretos no es el mítico Crystal Lake de Viernes 13 (1980). La hermana del chico protagonista de la primera entrega tiene sueños terribles mucho más reales de lo que parecen, pero no estamos en Springwood, Ohio, en la calle Elm Street. Toda la acción transcurre en un lugar aislado por una tormenta de nieve, pero no es el hotel Overlook creado precisamente por Stephen King en la novela El resplandor y luego por Stanley Kubrick en su película de 1980.

También hay un asesino en serie que lleva una escalofriante máscara y que interpreta Ethan Hawke, pero tranquilos, no es ni Fred Krueger, ni Jason Voorhees, ni Michael Myers, ni Leatherface, ni Ghostface, ni Pennywise, es alguien mucho peor y le llaman The Grabber. Como fin de fiesta y por si todo lo anterior no fuera suficiente, en muchos momentos de la película nos enseñan secuencias de pesadilla rodadas con cámaras caseras, y ya sabemos que ese tipo de películas siempre dan muy mal rollo. No hay más que ver Sinister (2012), que también dirigió Scott Derrickson, también la protagonizó Ethan Hawke y que según un estudio realizado por la revista Forbes en 2020 titulado Science of Scare Project, es la película más aterradora de la historia. Esas secuencias donde vemos a tres niños que desaparecieron hace años del campamento y fueron asesinados se filmaron en película de 8 mm con una cámara Super-8.

Por todo esto, Black Phone 2 es la película perfecta para celebrar Halloween. No se nos ocurre un plan mejor si lo que quieres es pasar miedo en el cine y sentir que ni siquiera estás a salvo ahí, en la sala oscura.
La primera escena de la película está ambientada en 1957, en las montañas Rocosas, Colorado. Luego nos vamos a 1982, en el Norte de Denver. Han pasado cuatro años desde los acontecimientos de la primera película. Finn tiene ahora 17 años y fuma como un carretero. El chico tiene sus razones. Resulta que no supera lo que vivió en la anterior película y lo entendemos, eso deja traumatizado a cualquiera. Su hermana Gwen tampoco, aunque ahora tiene ya 15 años y sufre terribles pesadillas. Ya se sabe “Los sueños no son sólo sueños”.

La historia no está basada en ningún relato de Joe Hill, como sí estaba la anterior. Pero el hijo de Stephen proporcionó el concepto inicial, que era muy simple: «Suena un teléfono de nuevo, Finney contesta, y es The Grabber llamando desde el infierno”. Efectivamente, muy pronto vamos a comprobar que la cabina de teléfono no funciona desde hace diez años y sin embargo recibe una llamada. «La Llamada», podíamos decir. Ha nevado tanto y el temporal es tan fuerte que se ha suspendido el campamento de invierno para jóvenes cristianos en Alpine Lake. El problema es que Finn (Mason Thames) y su hermana Gwen (Madeleine McGraw) ya están ahí y se han quedado atrapados junto con su amigo Ernesto (Miguel Mora), el encargado y dueño del complejo al que llaman Mando (Demián Bichir), su sobrina conocida como Mustang (Arianna Rivas) y la pareja de recepción que resultan ser un par de fanáticos religiosos (Maev Beaty y Graham Abbey). Siete personas atrapadas y un asesino en serie que resurge del más allá. Hace mucho frío y alguien apunta: “El infierno no son las llamas, es la nieve. Nada quema como el hielo”.
No desvelamos mucho si decimos que al final The Grabber se va, aunque, como hemos seguido las hazañas de Jason Voorhees y Michael Myers sabemos que no. Habrá una tercera parte.