El viaje de Beau tiene sus riesgos, pero merece la pena

Seguramente los más listos del lugar encontrarán significados ocultos y respuestas enrevesadas. Los demás, nos conformamos con disfrutar de una película inclasificable, tres horas de auténtica locura que no puede ni debe dejar indiferente a nadie.

Nathan Lane, que interpreta a un muy peculiar doctor en medicina con un punto psicópata, es quien mejor ha definido a la película, dentro de que es un artefacto demoledor imposible de adjetivar: «es el todo a la vez en todas partes judío». Igual de loca y arrolladora que la última ganadora del Oscar, repleta, como esta, de fascinantes hallazgos visuales y formales, capaz, también como esa, de sacar de quicio a más de un espectador, Beau tiene miedo es una comedia muy muy negra, pero sobre todo es la pesadilla de Beau, interpretado por Joaquin Phoenix, que sale en todas y cada una de las escenas.

Con él viajamos en esta especie de road movie, la de un tipo patético al que le pasan muchas cosas, y todas malas, todas a la vez y en todas partes. Ari Aster ha dicho que es como estar en «un Señor de los Anillos judío», aunque el protagonista lo único que quiere es llegar a casa de su madre. Por el camino, escenas que te obligan a apartar la mirada de la pantalla (la de la adolescente Toni, interpretada por Kylie Rogers, con el bote de pintura), un primer capítulo que homenajea con mucho acierto El quimérico inquilino (1976), de Roman Polanski, una parte donde de pronto pasamos al cine de animación, o la impagable interpretación de la gran Patti LuPone, como Mona Wassermann, la tremenda madre de Beau.

Esta artista es toda una leyenda de la escena teatral, inolvidable Evita en el musical (por el que ganó el Tony) y Norma Desmond en la adaptación de Sunset Boulevard, también es la misma que un día declaró: «yo nunca he dudado de mi talento». Y la creemos. Sólo por verla en Beau tiene miedo diciendo con su característica voz y el gesto torcido: «no pude evitar que se ofreciese como voluntaria», una frase demoledora en el contexto de la historia, ya vale la pena las tres horas de esta película donde Denis Ménochet, último ganador del Goya, está que no te lo puedes creer, y Parker Posey, la que fuera musa del cine independiente americano de la década de 1990, entra en escena para decirle a Beau, su amigo de la infancia, «tú también estás igual, salvo por el cuerpo y la cara».

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