Es una de las películas del año, Palma de Oro en Cannes y favorita para llevarse el Oscar. El neoyorkino Sean Baker no necesita mucho para cautivar: una bailarina erótica, un chico ruso caprichoso y juerguista y una noche de desenfreno que acaba en boda en Las Vegas. La segunda parte de la película es una loca road movie con los matones rusos y la protagonista embarcados en una surrealista noche donde pasa de todo.
Una versión particular del cuento de la Cenicienta ambientada en 2018 que sigue la inesperada odisea de la protagonista, una joven trabajadora sexual uzbeko-americana que conoce al impetuoso y derrochador hijo de un oligarca ruso. Como en Pretty Woman (1990), el chico le ofrece un trato: 15.000 dólares por ser su novia durante una semana. Ella tiene 23 años, él 21, pero la historia da vueltas y revueltas, sumergiéndonos primero en espacios muy diferentes, desde un lujoso club para caballeros de Manhattan, pasando por un gigantesco recinto instalado a orillas del mar en Brooklyn hasta la ostentosa Las Vegas. En el momento en que la película adopta el ritmo de una historia de amor, cambia de carril y pasa a otro género para convertirse en una persecución alocada y llena de humor negro que recorre las calles de Brighton Beach, Coney Island y Manhattan.