West Side Story (2021) (Disney +) es un remake innecesario por mucho que la película la dirija Steven Spielberg y su presupuesto alcanzara los 100 millones de dólares. Más del doble de lo que costó Chicago (2002) (Netflix), un musical que ganó un montón de Oscar y su sombra sigue siendo muy alargada; no hay más que ver el fantástico número A Cover Is Not the Book, de Mary Poppins Returns (2018) (Disney +), con Lin-Manuel Miranda y Emily Blunt en el Royal Doulton Music Hall emulando a Bob Fosse.
West Side Story (2021) recibió siete nominaciones a los Oscar, y sólo ganó la de actriz de reparto (Adriana DeBose). Ese año también estaba nominada El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley) (Disney +), otro remake, pero esta vez de un clásico del cine no tan popular.
Y ese año ganó como mejor actriz protagonista Jessica Chastain por su grandiosa interpretación en The Eyes of Tammy Faye (Disney +), un proyecto que se había convertido en una obsesión para la actriz durante años. Jessica vio un documental y de inmediato se sintió atraída por la historia de la telepredicadora Tammy Faye, una enérgica y peculiar mujer que terminó con tantas drogas en el cuerpo como “para matar a un camionero”, como le dice su madre en la película, que tenía una voz como la de Betty Boop y que, cuando su marido Jim Bakker (Andrew Garfield) la vio por primera vez, sólo pudo exclamar: ¡Nunca había conocido a nadie como tú! Lo que hace Jessica Chastain en esta película es asombroso y debería ponerse en todas las escuelas de interpretación del mundo.
La que no debería ponerse en ningún sitio es Hypnotic (Prime Video), una película de acción que no vamos a contar de qué trata porque, como dijo el ejecutivo y escritor Peter Bart a propósito de Darling Lili (1970), “sólo el hecho de contarle el argumento a mi equipo me obligó a hacer un esfuerzo para mantener la seriedad”.
Alice Braga, la hija de Sonia, hace de “vidente de medio pelo”, en algunos momentos la película parece un episodio de la serie Expediente X y en la mayoría se nota que la dirige Robert Rodriguez, posiblemente el director más sobrevalorado de la historia del cine.