“No soy Mastroianni”, exclama Harry Hinkle (Jack Lemmon) en The Fortune Cookie (En bandeja de plata) (1966) esa película que Billy Wilder consideraba que marcó “el comienzo de mi declive”. Y eso que ahí estaban Lemmon y Walter Matthau en su primer encuentro cinematográfico, con Oscar para el segundo de ellos por su memorable Willie Gingrich, ese rastrero abogado que “podría encontrar un cabo suelto en los 10 Mandamientos”.
“Habla usted como ese actor italiano…”, le dice Mary (Jean Simmons) a Franco (Bobby Darin) en The Happy Ending (Con los ojos cerrados) (1969), un excelente melodrama que le regaló Richard Brooks a su mujer, Simmons. La actriz interpreta a una señora de mediana edad aburrida con su matrimonio y refugiada en el alcohol, que se larga a Nasau para quizás romper con todo su pasado. Allí conoce a un gigolo y le dice eso de que le recuerda a Mastroianni. Entre Harry Hinkle y Mary Wilson, definitivamente Marcello Mastroianni estaba en boca de todos desde 1960, año del estreno de La Dolce Vita y de la boda de Brooks y Simmons.
Si En bandeja de plata “no es una película memorable”, en palabras de Wilder, Con los ojos cerrados se puede interpretar como un borrador / antecedente de Looking for Mr. Goodbar (Buscando al Señor Goodbar) (1977), una de las últimas películas de Brooks, que no hizo con Jean Simmons porque se habían separado meses antes del rodaje.
Lemmon y Matthau tuvieron tanto éxito en esa primera cita, que iniciaron una relación profesional. The Odd Couple (La extraña pareja) (1968), la siguiente que hicieron, marcó la pauta, y ahí siguieron hasta 1998, cuando estrenaron The Odd Couple II (La extraña pareja, otra vez). En total, ocho comedias más JFK (JFK: Caso abierto) (1991), la única en común donde no coinciden en pantalla.
La ex mujer de Harry Hinkle se llama Sandy y es igual de rastrera que Gingrich. Harry es un pobre hombre atrapado entre las sucias artimañas de su cuñado abogado y las de esta dama, interpretada por Judi West, que vuelve con él cuando vislumbra que pueden llover dólares. Sandy sólo ha leído un libro en su vida, y no lo ha terminado. Se trata de The Carpetbaggers (Los Insaciables), una chillona mirada al mundo de Hollywood que Harold Robbins escribió en 1961. Robbins firmó 25 best-sellers que vendieron 750 millones de copias, casi nada. Los Insaciables, llevada al cine en 1964 por Edward Dmytryk, estaba inspirada en, entre otras figuras de Hollywood, Jean Harlow.
Robbins era un escritor despreciado por la crítica que no pudo dejar escapar el que posiblemente sea el mayor escándalo de la época dorada de Hollywood. Ocurrió el 4 de abril de 1958 y sus protagonistas fueron Lana Turner, su hija de 14 años Cheryl Crane y el matón relacionado con la Mafia Johnny Stompanato, liado con la estrella. Durante una violenta discusión entre la pareja, la adolescente salió en defensa de su madre y apuñaló al gánster en el estómago. La novela de Robbins inspirada en el crimen se tituló Where Love Has Gone, se publicó en 1962 y la llevó al cine Edward Dmytryk en 1964. Así que tenemos al director de clásicos como Murder, My Sweet (Historia de un detective) (1944) o Crossfire (Encrucijada de odios) (1947) adaptando al cine en un mismo año dos novelas de Robbins.
En Where Love Has Gone (Adonde fue el amor), como se tituló la película, Susan Hayward es Valerie Hayden, una escultora de familia muy rica que tiene una hija adolescente que no termina de encontrar su lugar en el mundo. Valerie está separada y tiene amantes poco recomendables. A uno de ellos se lo carga la niña clavándole una espátula que ha cogido del taller de su madre. Todo el mundo, el primero Robbins, negó que la historia estuviera inspirada en el caso Turner/Crane/Stompanato. Nadie lo creyó, claro.
Aun así, el plato fuerte no es el asesinato que abre la película. Lo mejor es Bette Davis interpretando a la madre de Valerie y abuela de la niña de la espátula. La dama es una viuda multimillonaria que dirige con mano de hierro los negocios familiares y, de paso, las vidas de su hija y de su nieta. Los personajes de Davis y Hayward se llevan fatal. Y las dos divas trasladaron esa rivalidad al plató. No se podían ver. Hacían de madre e hija cuando sólo se llevaban nueve años y desde el principio Bette “sintió una gran antipatía por Susan”, como cuenta Charles Higham en The Life of Bette Davis. “Le ponía furiosa el comportamiento desdeñoso de Hayward. En realidad, Susan le tenía un miedo atroz a Bette. Susan era una persona difícil de conocer. Era muy reservada, nerviosa y retraída. Al parecer, Bette interpretó ese carácter como grosería. Eran exactamente lo opuesto una de otra”. Claro que con Davis uno no sabía cómo acertar, porque resulta que tampoco le gustaban las personas amables. Contaba Celeste Holm que cuando llegó al plató de All Abou Eve (Eva al desnudo) (1950) soltó en alto un “Buenos días a todos”. Davis la miró de reojo y susurró: “Lo que faltaba, una dama bien educada”. No volvieron a dirigirse la palabra. Higham resume la interpretación de Davis en Adonde fue el amor como “la técnica operando en el vacío”.
En Con los ojos cerrados, Teresa Wright interpreta a la madre de Jean Simmons. Aquí subimos la diferencia, pero poco. Las dos actrices se llevaban 11 años. La llegada de Wright al cine fue sonada. Debutó como hija de Bette Davis en la extraordinaria The Little Foxes (La Loba) (1941). Davis tenía 33 años, Wright diez menos. La diferencia sigue siendo curiosa. Las cuatro primeras películas de Wright son grandes clásicos: La Loba, The Pride of the Yankees (El orgullo de los yankis) (1942), Mrs. Miniver (1942) y Shadow of a Doubt (La sombra de una duda) (1943). Fue nominada al Oscar como actriz secundaria por interpretar a la hija de Regina Giddens y luego como protagonista por The Pride of the Yankees (1942) y como secundaria, que ganó, por Mrs. Miniver (1942). Y así se convirtió en la segunda actriz en ser nominada dos veces el mismo año. La primera fue Fay Bainter en 1938 y luego llegaron Jessica Lange, Sigourney Weaver, Holly Hunter, Emma Thompson, Julianne Moore, Cate Blanchett y Scarlett Johansson.