Las primeras quinielas hablan de una nominación al Oscar. Pero lo que ya nadie le puede quitar a la actriz es el aplauso en el Festival de Cannes, donde Anora ganó la Palma de Oro -después del Oscar, el premio más prestigioso del mundo del cine-. Mikey Madison (Los Angeles, 1999) es conocida por ser una de las hijas de la protagonista de la serie Better Things, donde estuvo entre los años 2016 y 2022. Ahora, el cine abre sus puertas a una actriz valiente (no hay más que ver lo que hace en Anora) que enamora a la cámara y al público.
Dice Sean Baker que cuando vio a Mikey Madison en dos películas muy distintas y en personajes diferentes (Érase una vez en… Hollywood y Scream) supo que había encontrado a su Anora. Para la actriz, la llamada del director fue toda una sorpresa. “Me quedé atónita cuando me dijeron que Sean quería conocerme, pero no pregunté por qué. Soy fan de sus películas y Tangerine está entre mis favoritas. Quedé con él y me habló de una idea asombrosa, totalmente loca. Sean me preguntó si me interesaría hacer la película y dije que sí inmediatamente. Era la actriz más feliz del mundo porque él quería trabajar conmigo”.
Mikey siempre ha sido fan de Sean Baker porque considera que tiene una mirada clara, sin crítica, nada condescendiente y sin intención de aprovecharse. “Sean ha dedicado su carrera a desestigmatizar el trabajo sexual y contar historias de marginados. Siempre lo ha hecho de un modo muy honrado y también con mucho humor. Sabe cómo tratar temas sombríos y darles la vuelta gracias a una inyección de humor. Tenía total confianza en él y sabía que sería el mejor de los colaboradores”.
Por eso la actriz se involucró totalmente en el proyecto, participó en todo el proceso, desde la escritura a la documentación y el desarrollo. Como interpreta a una trabajadora sexual, Mikey trabajó con varios asesores, se molestó en ir a varios clubes y meterse de lleno en la vida de una bailarina. Trabajó con un asesor de diálogo para perfeccionar el típico acento de Brooklyn, y más concretamente de Brighton Beach. También estudió ruso con un profesor y se documentó mediante libros, memorias, vídeos y blogs de bailarinas. Durante dos meses trabajó con una coreógrafa para estar en forma, lo que incluía Pilates, barra, ciclismo, estiramientos, hasta conseguir la fuerza necesaria para empezar a usar el “pole” y bailar. “No se me da nada bien bailar, pero fue genial imponerme un reto semejante. La coreógrafa también es bailarina y ella es quien me enseñó a bailar como una auténtica bailarina erótica. Me ayudó con la sensualidad y a moverme con tacones altos”.
Reconoce que pensó mucho en el personaje e imaginó su pasado. “Siempre vi a Ani como una luchadora, una embaucadora inteligente. Me atraía explorar su vertiente más dura, y también lo que es y deja de ser cuando está con gente. Ani se ha creado un personaje para estar con sus clientes, pero me interesaba saber quién era cuando estaba sola o con amigos. También pensé que quizá no era muy consciente de sí misma, lo que equivalía a una forma de autoprotección”.
En la película, el príncipe azul de Ani es un fogoso joven ruso que pide una bailarina que sepa hablar ruso. “Eso no es habitual. Muchas trabajadoras sexuales y bailarinas me dijeron que los jóvenes no gastan mucho en los clubes. Más bien intentan sacar lo más posible por lo que han pagado. Pero Ivan es alguien inesperado, no tiene nada de amenazante; solo es divertido, quiere pasarlo bien, tiene más o menos la edad de Ani, y esta no puede resistirse a su encanto. Ella es muy intuitiva, algo muy necesario en su trabajo y en su vida. Luego las cosas se descontrolan, y lucha con uñas y dientes para defender su cuento de hadas, que parece estar a punto de desmoronarse”.
Mark Eydelshteyn y Yura Borisov son los compañeros de reparto de la actriz, en los papeles de Ivan, el joven ruso, y el de Igor, uno de los guardaespaldas de su padre. “Mark y Yura son increíbles, muy dedicados y talentosos, pero también son personas maravillosas. Era importante que Mark y yo confiáramos el uno en el otro para poder rodar algunas escenas. Al principio no era fácil comunicarnos debido a la barrera idiomática, pero aun así recuerdo que nos reíamos mucho juntos. Creo que la química fue inmediata. Mark es un actor con mucho espíritu aventurero, inteligente y rápido. Cuando se trata de hacer comedia física, me recuerda a Charlie Chaplin; se le ocurren ideas fantásticas, locas, como dar una voltereta al revés en la cama después de la primera escena de sexo. Las risas en la película son reales, y se lo debo a Mark, porque no le daba miedo pasarse de la raya con tal de hacerme reír”.
La relación en la película entre Mikey Madison y Yura Borisov tiene otro color. Ani pasa gran parte del tiempo luchando físicamente con él o lanzándole todo tipo de insultos, pero Igor nunca pierde la calma, y en manos del actor, el personaje es divertido y conmovedor. “Me giraba hacia Yura en una escena y la emoción en su mirada siempre me pillaba desprevenida. Aportó muchos rasgos a la personalidad de Igor. Como actor, Yura tiene una relación muy interesante con el tiempo. Nunca sacrifica la integridad del personaje durante una escena, incluso si la cámara se está quedando sin negativo. Se toma el tiempo necesario, y el personaje crece porque Igor reflexiona. Además, tiene un sentido del humor muy seco y también lo compartió con su personaje”.
La improvisación forma parte del enfoque de Sean Baker a la hora de rodar. “En el guion podía encontrarme con algo así: Ani está en el club y habla con los clientes. Y debía construir la escena. Nunca había hecho nada igual. Durante diez minutos voy de un cliente a otro, hablando con ellos mientras me ruedan. Es totalmente espontáneo y real. Así es como Sean Baker consigue estas escenas y crea increíbles momentos de realismo”.
Pero este tipo de interacción no se limitó al club, también ocurría en exteriores, en Las Vegas, Brooklyn y Manhattan. Durante la búsqueda del chico, el grupo formado por los guardaespaldas y la protagonista entra en el venerable restaurante Tatiana’s de Brighton Beach, en un billar y en un salón recreativo, entre otros decorados. “Me encantó rodar esas escenas casi documentales. Entrar con una cámara en un restaurante lleno o filmar en una calle abarrotada es algo que nunca olvidaré”.
La escena final, que no vamos a desvelar, deja la historia abierta “para que cada persona que la vea decida por sí misma lo que ocurre”.