Cuando en pantalla parece que no interpretas, es que has llegado a la cima. Todo es natural, como improvisado, como si no hubiera cámaras, como si no fueras Mario Casas, como si fueras un tipo normal que está viviendo situaciones extraordinarias que te cambiarán la vida. No hay interpretación y cualquiera podría pensar que no hay trabajo. Nada más lejos de la realidad. Lo que hace el protagonista de Muy lejos es así de difícil, mucho trabajo actoral sin que se note. Mario Casas como nunca antes lo habíamos visto.

Mario con la cámara encima, como en No matarás (2020), siguiendo obsesiva al actor para captar muy de cerca todos sus pasos, todos sus gestos, sus miradas y sus miedos. Fregando platos en un cutre restaurante de Utrecht, la ciudad medieval situada el centro de los Países Bajos. Mario jugando al fútbol, en bicicleta, durmiendo donde puede y donde le dejan. Mario inmigrante sufriendo los desprecios y humillaciones. Incluso con la gente, con los marginados, como uno de ellos.
En Muy lejos el actor realiza un ejercicio tan arriesgado como en No matarás. Si esta última le dio el Goya, con la nueva ya ha ganado el premio de interpretación en Málaga.
Gerard Oms, el director debutante, conoce muy bien a Mario porque lleva años siendo su coach de interpretación. Juntos han hecho una de las películas españolas del año, aunque pase desapercibida en los cines porque casi no se ha hecho promoción y porque se estrena junto a la comedia Un funeral de locos, la trepidante La Cita y Amateur, -que no se sabe muy bien de qué va pero tiene a un ganador del Oscar en su reparto-, que son más grandes y han sido mucho más publicitadas. Casas como nunca antes lo habíamos visto.