El 20 de junio de 1975 Universal estrenaba en 409 cines de Estados Unidos la película Jaws (Tiburón). Lo que pasó después, ya es historia. “Tiburón cambió la industria para siempre”, dice el escritor Peter Biskind. La película se lanzó con una campaña de marketing inédita hasta ese momento: estreno masivo (muchas copias, muchas salas), agresiva campaña en televisión, en la temporada veraniega… Tiburón cambió las reglas del juego y, cuando se demostró que la estrategia funcionaba, todas las que vinieron después siguieron ese camino.
En The Whole Equation, David Thomson lo explica muy bien: “Lew Waserman (presidente de Universal) vio la película, comprobó cómo funcionaba en las pruebas y vio la luz de un nuevo estilo comercial. Decidió que, en lugar de organizar el típico estreno escalonado habitual en aquel entonces, inundaría el país de Tiburones. Estrenaría en varios cientos de salas al mismo tiempo. Y gastaría casi un millón de dólares en anuncios de televisión, en spots destinados a la audiencia adolescente que empezaba a prepararse para pasar el verano en la playa”.
Steven Spielberg recuerda todo lo que pasó muy bien porque cambió su carrera. El director aparcó su coche enfrente de la heladería 31 Flavors en Melrose. “Cuando entré todo el mundo hablaba de Tiburón. Me pareció que toda la heladería comentaba la película”. Entonces se compró un helado de pistacho y se fue a casa, encendió la televisión y en el telediario sólo hablaban del llamado Fenómeno Tiburón.
La gente entraba en el cine, veía la película, la comentaba a la salida y volvía a entrar a verla. Además, las playas del país se quedaron vacías. Y, encima, las críticas fueron buenas. Ya lo dijo Antonia Quirke: “Spielberg no quería decirnos nada en realidad. Pero Fred Astaire tampoco”.
En resumen, como dice David Thomson: “Tiburón es un hito histórico en el sentido de que su significado más perdurable es el dinero que recaudó”. 2,5 millones de dólares la primera semana. 4,3 en la segunda y 129 al final de esa primera vida en los cines.
Pero David Thomson en The Whole Equation nos ofrece un interesante punto de vista: “Nadie que haya comentado Tiburón ha dado crédito a la amenaza que puede suponer un tiburón gigante como el de la película, aunque los tiburones de la vida real atacan de verdad”. Y vaya si atacan.
La fiebre “escuala” inundó las pantallas. Además de orcas, pirañas, cocodrilos, caimanes, osos, pulpos, barracudas, abejas, conejos, ratas, serpientes, murciélagos, arañas y demás animales, salvajes o no, se pudo ver en el añorado cine de barrio, serie B con todo el sabor de lo irresistible, ¡Tintorera! (1977), del mexicano René Cardona Jr., película que Quentin Tarantino homenajeó en el 8° Festival Internacional de Cine de Morelia, proyectando una copia de su colección privada.
Richard Jaeckel interpretó a un veterano de Vietnam que tiene conexión psíquica con los tiburones en Mako: Jaws of Death (1976) que, según se dice, el director William Grefé escribió antes de Tiburón (1975), pero no pudo conseguir que nadie la financiara hasta después de que esta fuera un gran éxito.
El inolvidable James Franciscus es el protagonista de L’ultimo squalo (1981), de Enzo G. Castellari, ambientada en un resort. Estrenada en España como si fuera la tercera parte del Tiburón de Spielberg, Universal demandó a los productores por plagió y la película fue retirada de los cines. Otro de sus protagonistas fue Vic Morrow, que años después protagonizaría la producción de Spielberg En los límites de la realidad (1983), en cuyo rodaje el actor, y padre de la actriz Jennifer Jason Leigh, murió decapitado por las hélices de un helicóptero.
Llegaron, por supuesto, las secuelas directas de la película de Spielberg. En Tiburón 2 (1978) repitió Roy Scheider, aunque a regañadientes y sólo a cambio de que Universal le liberara de su contrato.
En Tiburón 3-D (1983) las cosas se desmadraron definitivamente. Aunque en el guion estaba Richard Matheson, el escritor confesó después que había tanta gente en medio para aportar ideas que la película se hundió. En una entrevista, el protagonista Dennis Quaid dijo que durante el rodaje se metió tanta cocaína que prácticamente estaba colocado en todas y cada una de las escenas de la película.
De Tiburón, la venganza (1987) sólo decir que Michael Caine siempre contesta lo mismo cuando se le pregunta por qué demonios aceptó protagonizarla: “Nunca he visto Tiburón. La venganza, pero me imagino que debe de ser horrible. Sin embargo, he visto la casa que me construí con el dinero que me pagaron y es maravillosa».
Treat Williams, el recordado Príncipe de la ciudad (1981), se acaba de matar en un accidente de moto (el 12 de junio en Albany, Nueva York), y fue el protagonista de la producción italiana rodada en México La noche del Tiburón (1988), un proyecto que se anunció originalmente con Christopher Walken de protagonista y que mezclaba a mafiosos con cazadores de tiburones.
En 1984, Lamberto Bava, hijo de Mario, estrenó Shark: Rosso nell’oceano (El devorador del océano), que en IMDB tiene una puntuación de 2.7, que sería un muy deficiente. La rocambolesca trama juntaba a un biólogo marino, un entrenador de delfines, un científico y un sheriff local a la caza de un gran monstruo marino, híbrido de tiburón y pulpo, que está devorando a los bañistas en la costa sur de Florida.
Más moderna y muchísimo mejor fue Deep Blue Sea (1999), dirigida por Renny Harlin en su mejor momento y tan entretenida y tan bien hecha que se ha convertido en todo un placer culpable. Y encima sale Saffron Burrows.
Infierno azul (The Shallows) (2016) nos presenta a Blake Lively sola en el mar, a pocos metros de la orilla de la playa y acosada por un tiburón. 1 hora y 26 minutos de disfrute solo con la actriz y el escualo en un juego del gato y el ratón que funciona a la perfección gracias a la mano maestra del español Jaume Collet-Serra.
Han pasado 48 años desde aquel junio de 1975 y las cosas siguen igual para los tiburones en el cine. Llegan en verano y a lo grande. Tiburón negro se estrena el 6 de julio y Megalodón 2 el 4 de agosto.