Los miedos reales de Elvis Presley

En un momento de la película Elvis (2022), sale Sharon Tate. Agosto de 1969, la actriz acaba de ser asesinada y Elvis Presley (Austin Butler) entra en pánico. Su representante, el coronel Tom Parker (Tom Hanks), aprovecha lo ocurrido para guiar los pasos de la estrella hacia Las Vegas y alejarlo de una gira internacional que lo sacaría de Estados Unidos. Elvis tiene miedo, el peligro está ahí fuera y es mejor quedarse en casa. Eso es lo que cuenta la película de Baz Luhrmann. Y es cierto. Ese pánico fue real.

No sólo Elvis lo sintió. Muchos artistas entraron en shock pensando que los siguientes iban a ser ellos. Frank Sinatra, literalmente, se escondió. Mia Farrow ni siquiera fue al funeral de su amiga Sharon Tate porque “está aterrorizada pensado que puede ser la próxima”. Tony Bennet se cambió de casa por seguridad. Steve McQueen se hizo con un revólver que llevaba siempre en su coche. Jerry Lewis mandó instalar un sistema de alarmas en su mansión. Como cuenta Vincent Bugliosi, fiscal del caso, en el magnífico libro Helter Skelter (que luego sería sorprendentemente desmontado por Tom O’Neill en el también magnífico Manson. La historia real, pero eso es otra historia): “Como una nube fría, el miedo iba cubriendo el sur de California en forma más densa y espesa que cualquier niebla”.

El periodista William Kloman lo explicó de otra manera en Squire: “En las grandes mansiones de Bel Air, el miedo hace que la gente se precipite hacia el teléfono cada vez que fuera, en el jardín, una rama se cae de un árbol”. Cuenta Bugliosi que muchas fiestas se cancelaron “porque el miedo inducía a caer en sospechas. El asesino o asesinos podía ser cualquiera”.

En octubre de 1970, el periodista William Farr publicó en el Herald Examiner los nombres de las siguientes víctimas, según le habían dicho. Elizabeth Taylor, Richard Burton y Frank Sinatra eran los primeros que aparecían. El escándalo fue mayúsculo y la psicosis se extendió aún más. Farr fue llevado a juicio por negarse a desvelar sus fuentes. Al final, hay que reconocer que Elvis tenía razones para sentirse inquieto, tal y como nos muestra la película de Baz Luhrmann.

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