Leigh Whannell: «Los monstruos clásicos han perdurado por algo»

Natural de Melbourne, Australia, donde nació un 17 de enero de 1977, Leigh Whannell empezó como actor, luego se pasó al guion (la saga Saw) y finalmente saltó a la dirección en 2015 con la tercera parte de Insidious, cuyas anteriores entregas había escrito. Su segunda película tras la cámara pasó desapercibida, Upgrade (Ilimitado) (2018), pero la tercera llamó la atención de toda la industria. Nada menos que El hombre invisible (2020), que salvó al llamado Dark Universe de morir casi antes de nacer. Ahora, Blumhouse vuelve a confiar en él para «resucitar» otro clásico del terror de Universal. «Los monstruos clásicos han perdurado por algo. Son tan emblemáticos y famosos como Michael Jordan, Marilyn Monroe, Charlie Chaplin, Winston Churchill… Todas esas personalidades de nuestra historia. La Momia, Drácula, el Hombre Invisible y el Hombre Lobo son el Monte Rushmore de la cultura popular. Hay algo en ellos inmensamente fascinante, aterrador y misterioso que los hace inolvidables», nos cuenta el cineasta.

El director con Christopher Abbott y Julia Garner en un momento del rodaje

Pero antes de seguir confiesa algo sorprendente: en un principio rechazó la propuesta de dirigir esta película. “Sí, les dije que no porque acababa de hacer El hombre invisible. No quería ponerme después de eso con el Hombre Lobo. Pero luego se me ocurrió un enfoque que podía adoptar. Tenía que escarbar un poco y encontrar mi forma de adentrarme en la historia. En el pasado, el personaje del hombre lobo había estado marcado por una gran transformación, como la famosa escena de Un hombre lobo americano en Londres (1981). El hombre lobo en ese caso fue un maravilloso diseño de Rick Baker y es todo un referente en el mundo de los efectos manuales. Es imposible superar lo que hizo. Tanto es así que no deberíamos ni siquiera intentarlo, sino más bien ir por una senda totalmente distinta».

Lo cierto es que la productora Blumhouse le quería a él para este proyecto y solo a él. Para ellos no había un cineasta más intrépido y visionario a la hora de reinventar un monstruo clásico de Universal, como había demostrado con El hombre invisible, protagonizada por Elisabeth Moss, que transformó la novela del siglo XIX de H.G. Wells y la película de terror del siglo XX en una alegoría del siglo XXI sobre el maltrato y los abusos domésticos. Por eso, es justo decir que no había director mejor equipado para reimaginar a la más feroz de las posibles adaptaciones de monstruos cinematográficos: la del hombre lobo.

Christopher Abbott toma el testigo de actores como Lon Chaney Jr., Oliver Reed, Benicio del Toro, Jack Nicholson o Paul Naschy.

Esa dirección fundamentó la película y a los personajes en un mundo real, sin fantasías, como había hecho en la anterior película. A medida que Whannell y su compañero guionista Corbett Tuck desarrollaban el guion, la historia evolucionó para convertirse en el relato de Blake Lovell (Christopher Abbott), un padre de familia casado que afronta un pasado turbulento. Ahora que está criando una hija en la Bahía de San Francisco con su esposa Charlotte (Julia Garner), periodista, y en plena crisis matrimonial, Blake se siente torturado por secretos enterrados durante años que ponen en peligro a su actual familia.

«Comencé a pensar en ver al hombre lobo cambiando desde la perspectiva del monstruo. Gran parte de la historia del hombre lobo ha sido sobre esta maldición y sobre lo que la luna llena podía provocarte. Quería conseguir algo similar a lo que hizo David Cronenberg en La mosca (1986). Profundizó en la esencia de una película anterior que podía considerare bastante cómica. Lo mismo ocurrió con La cosa (1982), de John Carpenter. Estas películas se toman en serio a los monstruos y no dejan resquicio alguno para guiños o referencias divertidas».

Permitiendo al público experimentar la transformación de Blake desde la perspectiva del propio Blake y la de su esposa y su hija, Whannell se dio cuenta de que la película podía situar a marido y mujer en dos espacios independientes, brindando en exclusiva al público el privilegio de ver simultáneamente ambos lados. «Una de las partes viviría en el mundo humano y la otra en el animal. En cuanto vi que la pareja ya no podía comunicarse, ese fue el punto de inflexión. Blake escucharía hablar a su mujer y literalmente no entendería lo que decía. Me encantó la idea de mezclar los diálogos de uno y otro de modo que no se pudieran entender».

Como siempre, el objetivo de Whannell es comprender las verdades emocionales que hay de base en los personajes que está creando y luego construir el horror que yace en los cimientos de esas verdades. El terror se convierte en algo real para el público porque, aunque no hayamos visto realmente un hombre invisible o un hombre lobo en nuestras vidas, reconocemos al hombre dentro del monstruo. «Haces la película cuando la escribes. Rodar es un arte interpretativo. Escuchaba mucha música mientras estaba escribiendo, hallando un modo de acceder emocionalmente a la historia. Me pregunté: “¿Qué me da escalofríos? ¿Qué me hace llorar?”. A través de esos sentimientos, descubres la película. Lo que a mí me gusta es deshacerme de cortinajes y capas externas y descubrir lo que tienen de espeluznante esos personajes. Si lo haces bien en una película de terror, puedes ahondar en la psique de alguien».

Pero, para hacerlo bien, Whannell necesitaba un reparto que pudiera representar esa verdad emocional. Y dio con las personas adecuadas en Christopher Abbott, Julia Garner y Matilda Firth, que interpreta a la hija. «Se trata de una situación muy intensificada. Usamos maquillaje protésico. Muchos elementos podrían resultar ridículos si no los gestionábamos con cuidado. Cada vez que veía a Christopher, Julia y Matilda en las escenas, desplegaban muchísimo de sí mismos. Eso es precisamente lo que hay que hacer en estos momentos de humanidad. Hay que insuflar vida a esas palabras».

Hombre Lobo se estrena en cines el 17 de enero

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