Historias verídicas y de ficción para vivir en un tren

Amor, drama y misterio para vivir en un tren. Renfe, Tu Tren

En la novela El tren de las 4: 50 (4.50 from Paddington) (publicada en 1957), la buena señora Elspeth McGillicuddy se sube en el tren que sale de Paddington a las 4:50 para visitar a su querida amiga Miss Marple en el pueblo de St. Mary Mead. Cuando pasa por Brackhamptonse, donde la familia Crackenthorpe tiene su finca, se cruza con otro tren y es entonces cuando la señora McGillicuddy ve desde la ventana a un tipo estrangulando a una joven. Este es el punto de partida de una novela de Agatha Christie cuyas primeras páginas transcurren en un tren. La escritora quiso ser muy cuidadosa con los horarios y después de barajar para el título las 4:15, 4:30 y 4:54, se decidió por 4:50 cuando confirmó que había un tren en activo con ese horario. Agatha Christie se basó en varios casos reales de asesinatos en un tren, como el de la enfermera Florence Shaw en 1920, el de Winifred East en 1929 y en el de la joven bibliotecaria Joan Woodhouse, estrangulada en 1948.

En la adaptación al cine de la novela, Murder she said (El tren de las 4.50) (1961), el personaje de Elspeth McGillicuddy desaparece y es la propia Miss Marple (Margaret Rutherford) la que ve el asesinato desde el tren. Como nadie hace caso a la venerable señora, ella misma se pone a investigar y empieza por la finca de los Crackenthorpe.

Tampoco nadie hace caso a la joven Iris Matilda Henderson en The Wheel Spins, la novela de misterio de la escritora Ethel Lina White (Gales. 1876), que en la década de 1930 era tan famosa como Agatha Christie. Iris es una joven de la alta sociedad inglesa de vacaciones en “un rincón remoto de Europa”. En un tren conoce a Winifred Froy, una encantadora maestra con la que almuerza en el vagón restaurante.   

Pero Miss Froy desaparece misteriosamente y lo peor es que los demás viajeros niegan haber visto a la señora a bordo del tren. La novela se publicó en 1936 y fue adaptada al cine dos años después por Alfred Hitchcock con el título The Lady Vanishes (Alarma en el expreso). En 1979 Anthony Page revisó la historia en una muy recomendable película con Cybill Shepherd como la protagonista y Angela Lansbury en el papel de Miss Foy.

Miss Marple ve “algo” en el tren de las 4:50, lo mismo que Rachel, la atormentada protagonista de La chica del tren, la novela de Paula Hawkins llevada al cine en 2016 con Emily Blunt de protagonista. Ella también ve “algo” desde el tren de las 08:04 que coge todos los días, en la novela para ir a Londres, en la película para ir al norte de Nueva York.

Margaret Rutherford y Emily Blunt ven algo raro durante su viaje en tren

Y en un tren se conocen el arquitecto Guy Haines y el psicópata playboy Charles Anthony Bruno en la obra maestra de la literatura del suspense Extraños en un tren, escrita por Patricia Highsmith en 1950 y adaptada al cine también por Alfred Hitchcock un año después. La novela comienza con esta inolvidable frase: “El tren avanzaba impetuosamente con ritmo furioso y entrecortado”. Lo que viene después es ese encuentro de los dos extraños y una curiosa proposición que incluye dos asesinatos. En la película de Hitchcock, Farley Granger era Guy y Robert Walker el desequilibrado Bruno. 

También en El amigo americano (1977) y en El juego de Ripley (2002), ambas adaptaciones de la novela de Highsmith Ripley’s Game, hay una potente escena en un tren, con Tom Ripley (Dennis Hopper y John Malkovich) ayudando a su amigo Jonathan (Bruno Ganz y Dougray Scott) a deshacerse de unos molestos matones.

Y en otro clásico, Testigo accidental (The Narrow Margin) (1952), de Richard Fleischer, con historia original de los guionistas Martin Goldsmith y Jack Leonard, vemos a una mujer que va a testificar contra la mafia en un juicio y debe viajar en un tren de Chicago a Los Angeles con el hombre que la tiene que proteger. La película se rodó en 13 días, la única parte realmente filmada a bordo de un tren fueron los segundos que muestran la llegada a la Union Station de Los Ángeles y el recorrido que toma el tren es el trazado del antiguo Ferrocarril Santa Fe. A parte de eso, está considerada una de las mejores películas jamás producidas por la RKO, en esa época en manos de Howard Hughes. Es tan buena que en 1990 Peter Hyams realizó un excelente remake con Gene Hackman y Anne Archer. En esta ocasión, la marca y modelo del tren que aparece en la película era una locomotora diésel BC Rail SD40-2. En total contaba con doce vagones de pasajeros. Se utilizaron todos tanto para los interiores como para los exteriores.

Si es difícil olvidar a Farley Granger y Robert Walker frente a frente en el vagón del tren o a Gene Hackman y Anne Archer en ese remake que para muchos supera al original, lo de Gloria Grahame en Deseos humanos (Human Desire) (1954) es de otro mundo. La fascinante actriz interpreta en esta película de cine negro dirigida por Fritz Lang a Vicki Buckley, la esposa de un maquinista que se enreda, y lleva a la perdición, a un compañero de trabajo de su marido. Glenn Ford es el “pobre” veterano de la Guerra de Corea que regresa a su hogar, a sus ferrocarriles, a su vida.

La película, basada en la novela de La Bete Humaine, de Émile Zola, se rodó en Rock Island Railroad (ahora Union Pacific) en El Reno, Oklahoma, y refleja a la perfección el ambiente de los trabajadores de una estación de ferrocarril.

Glenn Ford y Gloria Grahame, deseos a bordo de un tren

Acción desbocada a bordo de un tren

En un momento de máxima tension de Misión: Imposible. Sentencia mortal. Parte uno (2023), Benji Dunn (Simon Pegg) le pregunta a Ethan Hunt (Tom Cruise): ¿Cómo vas a subirte al tren?

No es una pregunta tonta. El espía va en una moto persiguiendo a un Orient Express completamente fuera de control. Estamos en los Alpes austriacos con destino a la ciudad de Innsbruck y, efectivamente, Ethan Hunt logra subirse al tren saltando con la moto por un acantilado. Hay que verlo para creerlo, pero es así, en una de las secuencias (toda la que transcurre en el tren, desde ese salto hasta la llegada al puente) más espectaculares de toda la historia del cine.

También va desbocado el tren de El Puente de Cassandra (1976), una muy entretenida película de catástrofes con, como mandaba la tradición, estelar reparto (Sophia Loren, Richard Harris, Ava Gardner, Martin Sheen) y un virus mortal, un tren sin control y un puente que va a ser volado cuando pase la máquina (como en Misión: Imposible. Sentencia mortal. La escena final de ambas películas es muy similar, salvando las distancias que marcan el avance de los efectos especiales y la diferencia de presupuestos: El Puente de Cassandra costó alrededor de seis millones de dólares y Misión: Imposible unos 290). 

El tren de la película es el Transcontinental Express, que sale de la estación de Ginebra con casi mil personas a bordo con destino en Basilea, París, Bruselas, Amsterdam, Copenhague y Estocolmo.

Otro tren desbocado y fuera de contro es el de la excelente Runaway Train (1985), con Jon Voigh, Eric Roberts y Rebecca De Mornay atrapados en una máquina sin frenos y sin maquinista. Estamos en tierras de Alaska y muchos la consideran una de las mejores “películas en trenes” jamás realizadas.

La historia parte de un guion original del legendario Akira Kurosawa, inspirado en un incidente real. El cineasta tenía pensado dirigir la película en 1965 con Lee Marvin y Henry Fonda de protagonistas, pero el proyecto fue cancelado. 20 años después lo recuperó el ruso Andrey Konchalovskiy, que rodó la película en la vía principal de Seward del Ferrocarril de Alaska, que va desde Seward, a través de Anchorage, y hasta Fairbanks. Un lugar inhóspito y salvaje rodeado de montañas, sin caminos y con acceso sólo en helicóptero o en tren. El director aprendió una dura lección y confesó una vez terminado el rodaje que «hay que ser optimista para hacer una película sobre trenes porque es muy difícil, peligroso y complicado. Las locomotoras son muy traicioneras si intentas manipularlas».

Alguien que confirmaría de buen grado estas palabras es el ingeniero de sonido Ken J. Johnson, que trabajó tanto en Runaway Train (1985) como en otra sobre un tren fuera de control, Imparable (Unstoppable) (2010), con Denzel Washington y Chris Pine a las órdenes del siempre recordado Tony Scott. La historia de esta última también estaba inspirada en un accidente real: el llamado «Crazy Eights» que en 2001 se lanzó a un viaje de 66 millas a través del noroeste de Ohio sin nadie en los controles, después de que el maquinista bajara del tren, que originalmente se movía lentamente, para alinear un interruptor.

Otro que confirmaría las palabras de Konchalovskiy es el gran Robert Aldrich, que en 1973 nos ofreció la que a nuestro parecer es la mejor película de trenes jamás realizada: El Emperador del Norte. 

La historia, basada libremente en un par de relatos de Jack London, está ambientada en 1933, durante la Gran Depresión americana. Un impagable Ernest Borgnine es Shack, el brutal revisor del tren número 19, que ha jurado acabar con todos los vagabundos que viajan “gratis” en los trenes, jugándose la vida, saltando de un vagón a otro. Lee Marvin es “el emperador” y Keith Carradine su aprendiz, está la potente dirección de Aldrich y la maravillosa banda sonora de Frank De Vol, con un tema central (la canción A Man and a Train) que se mueve al ritmo de los traqueteos de los trenes y de las carreras de los vagabundos.

El emperador del Norte es una obra maestra. Tiene momentos que ya están en la historia del cine, como la pelea final entre Marvin y Borgnine, que tardó treinta y cinco días en rodarse. Perdura la película y perdura la locomotora que vemos, la número 19, que en 2008 todavía circulaba en el ferrocarril occidental de Yreka (California) para viajes turísticos.

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