Gillian Flynn y el caso de Perdida, no tan perdida

Sabemos que la escritora Gillian Flynn es como “la hija bastarda” de Patricia Highsmith. Lo que no se ha dicho tanto es que su novela Perdida (Gone Girl), publicada en 2012, es, si se puede utilizar ese término en la literatura, un remake de Crímenes imaginarios (A Suspension of Mercy). Highsmith publicó esta novela en 1965 y en ella contaba la historia de un matrimonio aparentemente perfecto. En el fondo de esa relación corren aguas muy turbias, así que ella decide largarse y esconderse en un apartado lugar. Él permite esa huida y sigue el juego, hasta que la policía y el entorno de la pareja (padres, vecinos, amigos) empiezan a sospechar que la esposa pudo haber sido asesinada y su marido es el culpable. Pero ella sigue escondida y la trama se complica porque, en realidad, resulta divertido que al idiota de tu marido le acusen de tu asesinato.

¿Por qué nadie dijo entonces que Perdida es una puesta al día de Crímenes imaginarios? Vale que Flynn va más lejos, sorprende más y se arriesga más con la intriga. Digamos que atrapa la pequeña e intimista novela de Highsmith, añade personajes, escenarios y subtramas, y la convierte en una superproducción. Y a la hora de vender los derechos al cine, tuvo una increíble suerte: Crímenes imaginarios sólo ha sido llevada a la pantalla en una ocasión, fue en una cinta alemana de 1989 que pocos han visto.

Me encanta lo que hizo Anthony Minghella en El talento de Mr. Ripley (1999), también sé que es difícil superar a Raymond Chandler y Alfred Hitchcock en Extraños en un tren (1951). A pleno sol (1960) me gusta menos porque fue víctima de lo que la propia escritora calificó como «una terrible concesión a la moral pública». El amigo americano (1977) era más de Wim Wenders que de Highsmith y Las dos caras de enero (2014) es una pena porque podía haber sido mucho más inquietante, como en efecto es la novela, de lo que terminó siendo. Carol (2015) está muy bien, pero se puede decir que Perdida (2014), de David Fincher, es la mejor adaptación cinematográfica que se ha hecho de una novela de Highsmith… sin ser de Highsmith.

Fincher dice que Gillian Flynn es como «una espectadora de la segunda fila de butacas, de las que comen palomitas y se inclinan hacia adelante». Con Perdida se inclinó demasiado hacia adelante y literalmente fusiló Crímenes imaginarios. Rodrigo Fresán, director de la colección Roja y Negra en la que Mondadori publicó Perdida, define el best- seller de Flynn como «una historia ácida con lo mejor y lo más turbulento de Patricia Highsmith». Ahí está reconociendo algo, pero no llega a desvelar del todo qué. Cierto es que Perdida es la tercera novela de Gillian. Antes, publicó Heridas Abiertas (Sharp Objects) (2006) y La llamada del Kill Club (Dark Places) (2009), dos excelentes y truculentas historias de crímenes y terrores familiares. Así que no, no estamos ante una impostora, sólo ante alguien que decidió rendir homenaje a la sacerdotisa de las escritoras de suspense, un homenaje muy directo, podíamos añadir.

Lo bueno es que Gillian Flynn es una chica retorcida. Alguien que confiesa que de niña vio Psicosis (1960) un millón de veces y que asegura con gesto de malicia que escribe sus novelas «en un sótano a medio terminar sacado de El silencio de los corderos (1991)», se merece ocupar el trono dejado por Highsmith.

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