El policía que interpreta Aitor Luna, Subinspector Cabrera, le dice a la protagonista al poco de arrancar la serie: «A él le observa todo el mundo, pero alguien tiene que vigilarte a ti». Ella es la psiquiatra Ana Dussuel, a la que da vida con una frialdad pasmosa Almudena Amor. Y el objeto de su vigilancia, que terminará siendo obsesiva, se llama Sergio Ciscar, un joven que años atrás tiró a sus padres por la ventana, tal cual. Arón Piper se sumerge en los misteriosos recovecos de este complejo personaje y sale airoso.
Así que tenemos al Subinspector Cabrera vigilando a la psiquiatra Dussuel que a su vez observa a Sergio.
El silencio va de eso, de gente que mira y de gente que es observada. Personas que va por la calle y se esconden en un callejón mientras miles de cámaras les vigilan. Ojos que miran desde el edificio de enfrente, desde un puente o desde la cera del otro lado. Unos miran y otros son mirados, hasta en la ducha. Todos sospechan de todos y el desenlace a tanta desconfianza (el final de la serie) es brutal, como no podía ser de otra manera.
En algunos momentos, Ana Dussuel rodeada de monitores parece Zeke Hawkins, el personaje de William Baldwin en Silver (1993), según la novela de Ira Levin. En otras, Sergio Ciscar recuerda a Robert Clayton, el hombre observado que encarnó Will Smith en Enemy of the State (Enemigo público) (1998).
Seguro que Aitor Gabilondo, creador de la serie (y de Patria) no contó con estos referentes cuando ideó El Silencio. Pero lo que sí está claro es que, como dice Stephen Rebello en el libro Alfred Hitchcock and the Making of Psycho: «Mirar y que te miren tiene consecuencias».