Soñaba con ser como Jack Lemmon pero terminó con la cabeza reventada en la cama de un solitario hotel. Su muerte, nunca aclarada, es uno de los grandes misterios de Hollywood, y su vida, una fascinante contradicción. Nos lo cuenta todo Auto Focus (Desenfocado) (2002), de Paul Schrader.
“Puedo ser como Jack Lemmon”, le dice Bob Crane (1928-1978) a su representante, ante la ausencia de ofertas para hacer cine. Lo único que le puede ofrecer su agente es televisión, medio que Crane desprecia. Pero la cosa está tan mal que termina aceptando una surrealista proposición en forma de comedia de situación ambientada en un campo de concentración durante la II Guerra Mundial que está preparando Bing Crosby Productions, la compañía de la famosa estrella del cine y la canción. Era Hogan’s Heroes (Los héroes de Hogan), que duró desde 1965 hasta 1971, 168 episodios y un éxito rotundo que convirtió a Bob Crane en uno de los rostros más famosos del país.
Antes, Crane había trabajado como locutor de radio (Auto Focus comienza con una escena en el estudio de radio donde Crane entrevista a Clayton Moore, estrella televisiva gracias a El Llanero solitario) y había sido el simpático vecino de Donna Reed en The Donna Reed Show (1963-1965). Y en su vida privada, por el día era un perfecto padre y esposo y por la noche un hombre atormentado obsesionado con la pornografía y enganchado a las películas porno caseras y a las fotos comprometedoras. Un tipo que caía bien, como Lemmon, y que presumía de no beber ni de fumar: «dos de tres no está mal», decía haciendo alusión a su obsesión por el sexo. La “época Hogan”, mientras duró la serie, fue como esos días de vino y rosas de la película de su ídolo Lemmon. La suerte estaba de su parte y en 1969, por ejemplo, interpretó a Mortimer Brewster en una todavía recordada versión para televisión de la comedia de humor negro Arsenic and Old Lace (Arsénico por compasión). Helen Hayes y Lillian Gish interpretaban a sus tías y él salió más que airoso de este divertidísimo y legendario montaje que en el cine había protagonizado Cary Grant en 1944.
Crane se hizo popular interpretando a Hogan, un prisionero de guerra en la Alemania nazi. En esa época, años 60, llevaba 15 años casado con su novia de instituto y con sus tres hijos representaban el perfecto ejemplo de familia americana. Pero en la cumbre del estrellato, Crane conoció a John Carpenter (nada que ver con el director de Halloween), más conocido como “El James Bond de los videoaficionados”. Fue él quien le llevó al mundo de las películas caseras, las orgías y la pornografía, y a una espiral de sexo que nadie pudo parar. Ser famoso y, a la vez, obseso sexual es un cocktail explosivo, y a Crane le explotó en la cara. Mientras fantaseaba con rodar una película porno de gran presupuesto con la actriz Stella Stevens, -en eso coincidía con Stanley Kubrick y su querido proyecto titulado Blue Movie, que iba a ser la primera cinta porno de elevado presupuesto rodada en Hollywood-, su vida familiar se rompía en mil pedazos. Crane se casó por segunda vez –con la actriz Sigrid Valdis, más conocida como Patricia Olson, compañera de reparto en Los héroes de Hogan– y su carrera cayó en picado. «Te pasas toda la vida siendo el gracioso y un día todo cambia. Ya no eres el gracioso, el teléfono no suena», decía por esa época un Bob Crane completamente acabado, testigo del fracaso de The Bob Crane Show (solo 15 programas en 1975) y de dos películas que rodó para Disney: Super Dad (1973), con un jovencísimo Kurt Russell, y Gus (1976), esta última sobre un burro que mete goles. También intervino en un episodio de la primera temporada de la serie Police Woman (La mujer policía), Requiem for Bored Wives, emitido el 29 de noviembre de 1974, y que, -con la historia de un disc jockey de vida disoluta cuya esposa es asesinada a tiros y él se convierte en el principal sospechoso por culpa de la grabación de una cinta casera-, aparece como un espeluznante precursor de lo que vendría después. Ya puestos, le podían haber ofrecido The Fortune Cookie (En bandeja de plata) (1966), que se la dieron a Jack Lemmon aunque dijera luego que esa comedia “fue el comienzo de mi declive. No es una película memorable. Es una película que uno hacía porque le obligaba el contrato”. Si fue mala para Lemmon, hubiera sido buena para Crane, y para Walter Matthau, que ganó el Oscar como actor secundario por interpretar al cuñado Willie Gingrich un tipo al que “después de darle la mano conviene contarse los dedos” y que “podría encontrar un cabo suelto en los 10 Mandamientos”.
A Crane ya le avisaba su representante: “Tu estilo de vida y tu carrera podrían ser incompatibles” … y más si trabajas para la compañía familiar por excelencia (Disney). Hay una escena en Auto Focus donde vemos a Crane, interpretado por Greg Kinnear, y a Carpenter (Willem Dafoe) masturbándose juntos mientras ven una cinta casera porno y en otra, los dos amigos acuden a una fiesta en una casa en las colinas de Hollywood donde “hay muchos hippies”. Estamos en la segunda mitad de la década de 1960, y uno espera que Charles Manson, que ya andaba por ahí haciendo de las suyas, aparezca de pronto, o en su lugar una de sus chicas. Seguro que estaban invitados a esa fiesta. Crane era adicto al sexo y se entretenía grabando películas de porno casero protagonizadas por él o por Carpenter o por los dos juntos. Y los dos amigos se pelean porque viendo una de esas orgías filmadas, Crane descubre que es Carpenter, y no una de las chicas, quien le está metiendo un dedo por detrás. Más adelante, Crane se pregunta: “¿por qué no me ofrecen los papeles que hace Bobby Darin (1936-1973)?».
Pero Crane no pilló el mensaje y siguió a lo suyo. «Qué tiene de malo que me guste tocar la batería en locales de striptease. Soy un tipo de carne y hueso y sólo miro a esas mujeres. No hacía nada con ellas». Hiciera algo o no lo hiciera –que sí lo hacía–, el 29 de junio de 1978, estando de gira teatral en la pequeña ciudad de Scottsdale, Arizona, Bob Crane fue asesinado con un trípode mientras dormía en una habitación del Hotel Winfield. Dos fuertes golpes en la cabeza le provocaron fractura de cráneo y daño cerebral. Alguien –nunca se supo quién, aunque su amigo Carpenter fue la última persona que le vio con vida y por lo tanto siempre fue el principal sospechoso– ponía punto final a la triste historia del bueno de Bob y daba el pistoletazo de salida para que comenzase la leyenda. El jefe de policía de Scottsdale, Water Nemetz, llegó a la conclusión de que “había muchas razones para el crimen. El señor Crane conoció a muchas personas raras debido a su… pasatiempo, o lo que al parecer era su diversión favorita. Esas actividades tan peculiares podrían haber dado muchos motivos”. Nemetz se refiere a la multitud de cintas de video de contenido sexual que guardaba el actor, en muchas él como figura principal. Como asegura John Austin en el libro Hollywood’s Unsolved Mysteries “Un hombre tan prominente como Crane, implicado en películas pornográficas y de sexo, invitaba a las conjeturas sobre maridos y amantes celosos”.
El primero que se interesó por el caso fue Robert Graysmith (autor de la novela Zodiac, llevada al cine por David Fincher y con Jake Gyllenhaal en el papel del propio escritor) que escribió The Murder of Bob Crane. Como ya hizo con el misterioso asesino en serie de San Francisco, Graysmith intentó con esta novela desvelar el enigma de la muerte de Crane y llegó a una tremenda conclusión: la policía de Scottsdale (Arizona) no tenía capacidad para investigar el crimen y por eso todo se embarulló tanto que jamás se sabrá la verdad… por mucho que Gary Maschner, del Departamento de Policía de Scottsdale, prometiera que “el asesino nunca se liberará de la culpa”. La escena del crimen recordaba a la de William Desmond Taylor (1872-1922), asesinado en su mansión de Los Angeles y con tanta gente entrando y saliendo del escenario, que fue imposible determinar nada. Eso mismo ocurrió en la habitación del Winfield.
Los siguientes en interesarse por la vida y muerte de Crane fueron los productores y guionistas Larry Karaszewski y Scott Alexander, dos tipos que tienen debilidad por la cara más oscura del mundo del espectáculo americano (suyas son las historias de Ed Wood, El escándalo Larry Flynt y Man on the Moon). Fueron ellos los que le ofrecieron a Paul Schrader dirigir la adaptación al cine del libro de Graysmith. El guionista de Taxi Driver (1976) y realizador de la obra maestra The Comfort of Strangers (El placer de los extraños) (1990) aceptó el reto porque la historia le recordaba a la de Prick Up Your Ears (Ábrete de orejas) (1987), de Stephen Frears, con Gary Oldman como el malogrado escritor Joe Orton. El director al que Peter Biskind define en su libro Moteros tranquilos, toros salvajes como “atormentado y misógino” terminó ofreciendo un catálogo de perversiones y uno de los retratos más contundentes de la cara oscura del show business.
La obra teatral que protagonizó Bob Crane durante varios años en una gira por todo el país es Beginner’s Luck, que es precisamente la función que le llevó a Scottsdale, donde fue asesinado. La obra, escrita por Norman Barasch y Carroll Moore, cuenta en clave de comedia de enredo la historia de Paul, un tipo que después de ocho años de matrimonio decide tener una aventura con una compañera de trabajo. La cita es un desastre y su foto termina en los periódicos. Un año después, Paul se encuentra accidentalmente con su exesposa, Sally, y se propone volver a conquistarla.
Autofocus se puede alquilar en Prime Video