Ian McKellen (Lancashire, Inglaterra, 1939) es uno de los mejores actores británicos de la historia, uno de los que vieron a Laurence Olivier, incluso trabajaron con él, aprendieron de él y decidieron seguir sus pasos hacia la inmortalidad. McKellen ganó el premio de teatro Laurence Olivier de 1985 (temporada 1984) al mejor actor en una reposición por Wild Honey, de Antón Chéjov, y en 1991 (temporada 1990) al Mejor Actor por Ricardo III en el Royal National Theatre. En los escenarios es una leyenda y en el cine una estrella reconocida y reconocible, aunque sólo sea por Gandalf en la saga de El señor de los anillos, Magneto en la de X-Men, y dos personajes inolvidables, uno real, James Whale en Dioses y Monstruos (1998) y el otro creado por la macabra mente de Stephen King, el anciano nazi Kurt Dussander en Apt Pupil (Verano de corrupción) (1998).

A estas alturas, habiendo llegado a lo más alto, Sir Ian Murray McKellen puede hacer y decir lo que quiere. Hace poco confesó que le gustaría interpretar a una mujer. “Llego tarde para hacer de Cleopatra. Tal vez podría ser su madre. O su abuela. O, mejor aún, quiero casarme con Meryl Streep y que ella sea mi marido”.
A un actor de esta categoría hay que seguirle haga lo que haga. Ahora estrena en M+ la película The Critic (El crítico de teatro) (2023), apasionante historia basada en la novela Curtain Call (2015) del inglés Anthony Quinn (nada que ver con el inolvidable actor mexicano que triunfó en Hollywood) adaptada al cine por el dramaturgo Patrick Marber, autor de la obra llevada al cine Closer (2004) y de los guiones de las excelentes Asylum (Obsesión) (2005), según la novela de Patrick McGrath, y Notes on a Scandal (Diario de un escándalo) (2006), según novela de Zoë Heller. Marber es también el guionista que ha elegido Martin Scorsese para adaptar su próximo proyecto: la inquietante novela de misterio What Happens at Night, de Peter Cameron, que protagonizarán Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence.

The Critic no es tan buena como Sweet Smell of Success (Chantaje en Broadway) (1957), aunque no sabemos quién es más mala persona, si el columnista J. J. Hunsecker interpretado por Burt Lancaster en la película de Alexander Mackendrick o Jimmy Erskine, el crítico de teatro al que da vida McKellen en esta.
Ambientada en el mundo del teatro del Londres de 1934, Erskine la tiene tomada con la joven actriz Nina Land (la fascinante Gemma Arterton), a la que destroza sin piedad cada vez que estrena obra. Sus crónicas son demoledoras. Así lleva más de 40 años, en el mismo periódico y con el mismo veneno. Nina es vapuleada por el temible y odioso crítico, pero a la vez venerada por el vizconde Brooke (Mark Strong), el nuevo dueño del periódico donde escribe Erskine. Para complicar más las cosas, la actriz es la amante del pintor Stephen Wyley (Ben Barnes, en su primer papel cinematográfico en nueve años), casado con la hija de Brooke (Romola Garai).

La tela con la que cubre a estos tres personajes la araña Erskine es el núcleo de esta película que oscila entre el drama, el misterio y el thriller y cuenta con la siempre agradecida presencia de Lesley Manville interpretando a la madre de Nina. Una trama de chantajes, asesinatos, celos y pasiones ocultas (las de todos) que puede recordar a la novela de 1927 The Canary Murder Case, de S. S. Van Dine, llevada al cine en 1929. La historia de este clásico de la literatura de misterio con el detective aficionado Philo Vance está basada en el asesinato de la corista Dorothy (Dot) King, conocida como “La Mariposa de Broadway”. La chica fue encontrada muerta en su apartamento de Nueva York el 15 de marzo de 1923. King estaba relacionada con algunos hombres importantes de la sociedad, pero el caso nunca se resolvió.

Jimmy Erskine es implacable, rastrero, intrigante y muy peligroso. Como ese crítico que viendo a Mae West interpretar a Josefina, la primera esposa de Napoleón Bonaparte, escribió: «Mae West hace el amor a Napoleón, de quien algún mal intencionado ha dicho que es contemporánea». O ese otro del The Sunday Express que tras ver la película King Richard and the Crusaders (El talismán) (1954) recomendó: «No ajusten su aparato, el sonido que escuchan es que Sir Walter Scott se está revolviendo en su tumba».