Duelo de altura en el jardín 

En 1961, Deborah Kerr, como Miss Giddens, entraba en una mansión victoriana para trabajar de institutriz. Fue en The Innocents (Suspense), según el relato de Henry James. Tres años después, en The Chalk Garden (1964), la actriz, en el papel de Miss Madrigal, repetía profesión, esta vez sin fantasmas, pero con otro tipo de problemas. Ella es “La Mujer sin Pasado”, título español de este melodrama basado en una obra teatral de Enid Bagnold, autora de la famosa National Velvet, llevada al cine en 1944 con Elizabeth Taylor y Mickey Rooney.

Miss Madrigal llega a la mansión de BelleFontaine para poner firme a Laurel, una adolescente de 16 años que vive con su abuela, la Sra. St. Maugham, y es bastante insoportable. A los cinco minutos de conocerla, lo mejor que se puede decir de esta niña insolente y caprichosa es que es pirómana. Es una chica extraña en una casa extraña. En una semana han pasado tres institutrices, ese es el récord, pero Miss Madrigal llega para quedarse. Laurel, interpretada por la niña prodigio Hayley Mills, es un hueso duro de roer, fan de los crímenes reales y con muchas ganas de provocar. Nunca se ha planteado si quiere a su abuela y detesta a su madre, que se llama Olivia, llega de visita de vez en cuando y está interpretada por Elizabeth Sellars, la maravillosa actriz inglesa que un año antes había sido la esposa de David Niven en 55 Días en Pekín (1963). En realidad, las tres mujeres de la familia tienen más de un problema. No se soportan. Cuando Olivia aparece por la casa, su madre le reprocha una larga lista de cosas, pero curiosamente no que fume estando embarazada.

Un desayuno tranquilo antes de la tempestad. De izquierda a derecha: Edith Evans, John Mills, Hayley Mills y Deborah Kerr.

Testigo de todo es Maitland, el mayordomo interpretado por John Mills, un tipo elegante e impasible, “cansado de hacerse compañía a sí mismo” y apasionado, como la niña, por los sucesos más espeluznantes de la crónica negra, sin saber que tiene uno más cerca de lo que imagina. Maitland nos cae bien porque no se inmuta y maneja muy bien a la niña y a la excéntrica abuela. Además, lee a Arthur Conan Doyle y a H.G. Wells. John Mills es, además, el padre de Hayley Mills, un detalle que no debería ser importante, o sí, quien sabe.

La abuela tiene un amigo, el Juez McWhirrey, interpretado por Felix Aylmer, uno de esos actores de carácter que vemos una y otra vez, pero no conseguimos retener. De Quo Vadis (1951) a Mesas separadas (1958), el bueno de Aylmer siempre está por ahí. En esta película llega de visita a BelleFontaine y su presencia desencadena de forma involuntaria los acontecimientos finales, los secretos salen a la luz y él solo puede murmurar con cierta amargura: “ocurren muchas cosas en esta casa y yo ya estoy viejo”.

The Chalk Garden

The Chalk Garden (Mujer sin pasado) empieza como Mary Poppins y termina con un fin de fiesta donde todas las piezas encajan. El mérito, además de por el texto de Enid Bagnold, lo tiene el excelente guion de John Michael Hayes, el hombre que adaptó para Hitchcock Rear Window (La ventana indiscreta) (1954), To Catch a Thief (Atrapa a un ladrón) (1955), The Trouble with Harry (Pero… quién mató a Harry) (1955) y The Man Who Knew Too Much (El hombre que sabía demasiado) (1956). El anterior trabajo para el cine de Hayes había sido The Children´s Hour (la Calumnia) (1961), otra de niñas horribles que fastidian a sus profesoras / institutrices. Donald Spoto, en su biografía de Hitchcock, define a Hayes como “brillante y enérgico” y comenta sobre la importancia que tuvo en la carrera del director: “en el cuarteto de films cuyo guion corrió a cargo de John Michael Hayes hay una credibilidad y una tonalidad emocional, un calor y un sentido del humor hacia los personajes que en otros films de Hitchcock falta evidentemente”.

El director de la película es Ronald Neame, que siempre tendrá un hueco en nuestro corazón porque dirigió, en la etapa inglesa de su carrera, Tunes of Glory (Whisky y gloria) (1960), y en la etapa americana, The Poseidon Adventure (La aventura del Poseidón) (1972). 

Solía decir Neame que nunca estuvo demasiado contento con Hayley Mills, porque para él Laurel era fundamentalmente “una criatura peligrosa”. Y esa sensación no la transmitía de ninguna manera la actriz de Pollyanna (1960) y The Parent Trap (Tú a Boston y yo a California) (1961).

El poder del productor

Ya puestos, el director también odiaba la música “estruendosa” compuesta por Malcolm Arnold, el de The Bridge on the River Kwai (El puente sobre el río Kwai) (1957). Tampoco se salió con la suya cuando insistió en que la casa de la Sra. St. Maugham fuera sórdida y polvorienta, un poco como la de Miss Havisham en Grandes esperanzas. En esta ocasión y en muchas, el poder lo tenía el productor Ross Hunter, una leyenda de Hollywood, que decidió que la mansión campestre estuviera cuidada y con ramos de flores por todas partes. Hunter, que falleció en 1996, miró en cierta ocasión hacia atrás y sacó la siguiente conclusión: “mis películas no eran geniales, pero se suponía que no debían serlo. . . Le di al público lo que quería”. Y lo que quería eran melodramas tan al límite como Magnificent Obsession (Obsesión) (1954), All That Heaven Allows (Solo el cielo lo sabe) (1955) y Imitation of Life (Imitación a la vida) (1959), comedias tan maravillosas como Pillow Talk (Confidencias de medianoche) (1959), musicales para vivir en ellos como Thoroughly Modern Millie (Millie, una chica moderna) (1967) o la puerta de entrada al cine de catástrofes, Airport (Aeropuerto) (1970)… aunque Burt Lancaster dijera de esta última que era “la mayor porquería de la historia del cine”.

Si Hayley Mills fue un error de casting, no lo fue de ninguna manera Edith Evans, una de las grandes damas de los escenarios y de la pantalla, cuyas interpretaciones fueron definidas por un crítico como de “brillantemente excéntricas”. La película es ella frente a Deborah Kerr, dos portentosas señoras en duelo permanente que roban la función a todos los demás. La Sra. St. Maugham estaba destinada a Gladys Cooper, otra grande, pues ella había estrenado la obra un 26 de octubre de 1955 en el Ethel Barrymore Theatre, donde alcanzó las 182 funciones. Cuenta la leyenda que, ante la insistencia de Edith Evans, Ronald Neame la llevó a conocer a Ross Hunter en el Claridges Hotel y la veterana actriz se ganó al productor y consiguió el papel.

Edith Evans recibió una nominación al Oscar como secundaria por dar vida a la Sra. St. Maugham, en un año donde en ese apartado había oro puro. No se puede definir de otro modo el grupo de candidatas formado por Anges Moorehead, Grayson Hall, Lila Kedrova y, en un giro del destino, Gladys Cooper por My Fair Lady. Ganó Kedrova y Evans se quedó sin premio por segundo año consecutivo (había estado nominada en 1963 por Tom Jones y lo volvería a estar en 1968 como actriz protagonista por The Whisperers).

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