Robert Aldrich (1918- 1983) ganó tanto dinero con Doce del patíbulo (The Dirty Dozen) (1967) que fundó un estudio de cine para poder hacer literalmente el tipo de película que le diera la gana. Bajo ese paraguas rodó El asesinato de la hermana George (The Killing of Sister George) (1968), La leyenda de Lylah Clare (The Legend of Lylah Clare) (1968) y Comando en el mar de China (Too Late the Hero) (1970), que fueron tres rotundos fracasos. La cuarta fue La banda de los Grissom (The Grissom Gang) (1971), que también pinchó, así que tras su estreno vendió el estudio y volvió a su condición de director a sueldo.
La historia de una banda de facinerosos que secuestran a una rica heredera sin contar con que uno de estos bandidos, el más loco de todos, se va a enamorar perdida y obsesivamente de la chica, está basada en la novela El secuestro de Miss Blandish (No Orchids for Miss Blandish), escrita por el inglés James Hadley Chase (1906-1985) en 1939.
El éxito de la novela
La novela fue un gran éxito de ventas en el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente entre los miembros de las fuerzas armadas y, aunque se desarrolla íntegramente en los Estados Unidos, su autor nunca había estado en ese país en el momento en que se publicó el libro.
Los Grissom llegaron al cine en 1948 con No Orchids for Miss Blandish, una película Serie B que además fue la primera adaptación cinematográfica de una obra del escritor. Ese mismo año, James Hadley Chase publicó una secuela de la historia titulada The Flesh of the Orchid, llevada al cine en 1975 por el francés Patrice Chéreau en su debut como director. La sangre de la orquídea (La Chair de L‘orchidée) era su título y contaba la historia de Claire, la nieta llena de traumas de la secuestrada Miss Blandish.
La peor de todos es “Ma” Grissom, la tremenda jefa del clan, interpretada con fuerza desagradable por Irene Dailey (1920-2008), una actriz de teatro muy popular, sin embargo, gracias a la televisión por la neurótica y manipuladora Liz Matthews en el culebrón Another World, un papel con el que estuvo tres décadas, 1970, 80 y 90 para ser gustosamente odiada por el público enganchado a las vicisitudes de los habitantes de Bay City, la ciudad del Medio Oeste donde se desarrollaba la trama de la telenovela.
Pero incluso con este éxito, Irene no tuvo suerte. Nació en Nueva York y con ocho años ya estaba encima de un escenario junto a su hermano mayor Dan Dailey (1915-1978), que luego triunfaría en el cine con sus comedias musicales. El gran momento llegó en 1964 con el drama de guerra The Subject Was Roses (Una historia de tres extraños), obra que ganó un premio Tony. Pero cuando en 1968 llegó la hora de adaptarla a la gran pantalla, ella fue la única de los tres protagonistas que se quedó fuera. Patricia Neal la sustituyó y recibió una nominación al Oscar. Como alguien dijo, “esta oportunidad perdida podría haber sido el comienzo de una brillante carrera cinematográfica”.
Irene Dailey
Irene Dailey es lo mejor de La banda de los Grissom y, cuando vemos cómo le pega una brutal paliza a la pobre Miss Blandish después de que la joven le haya golpeado con una tetera en toda la cabeza, comprobamos que la esencia del viejo zorro de Aldrich no se ha perdido.
Y luego está Anna Borg, de profesión amiguita del gángster, un personaje tan antiguo como el cine y que aquí es una corista de tres al cuarto que Connie Stevens (1938) interpreta como si fuera muy consciente de que 11 años después Lesley Ann Warren imitaría todos y cada uno de sus gestos, cabreos histéricos incluidos, en Victor Victoria (1982).
La encantadora Connie Stevens, ídolo adolescente, «gatita sexual» en la década de 1960, tercera mujer de Eddie Fisher tras Debbie Reynolds y Elizabeth Taylor, empresaria de productos de belleza, cantante en clubes nocturnos, figura en Las Vegas y Broadway y “la prueba viviente de que cualquier cosa puede suceder en ese mundo salvaje y loco llamado show business…”, incluso que Quentin Tarantino te meta como personaje en Érase una vez en… Hollywood (Once Upon a Time in… Hollywood) (2019) y te interprete la actriz Dreama Walker (1986).
Connie también estuvo casada con el actor James Stacy (1936-2016), una breve relación que duró de 1963 a 1966, aunque aún más breve fue el matrimonio de Stacy con Kim Darby, de marzo de 1968 a junio de 1969.
Tarantino
En la película de Tarantino, Timothy Olyphant (1968) interpreta a James Stacy justo en el momento en que triunfaba con la serie de televisión Lancer (1968-1970) a lado de Wayne Maunder (1937-2018), al que interpreta Luke Perry (1966-2019). Stacy tiene un lugar de honor en la crónica negra de Hollywood: en 1973 fue arrollado por un conductor borracho cuando iba en moto con su novia. Se le amputó un brazo y una pierna. En 1995 fue condenado en California por abusar de una niña de 11 años, una pena dictada por ausencia, ya que el actor no pudo asistir al juicio porque estaba ingresado en un hospital de Honolulu por haber intentado suicidarse arrojándose por un acantilado.
Y todo este lío se complica más porque Kim Darby (1947) interpreta en La banda de los Grissom a la joven Barbara Blandish, la pobre niña rica golpeada, violada y humillada por la familia Grissom. Darby empezó en el cine de niña y su momento de gloria llegó cuando acompañó, como una adolescente testaruda, a John Wayne (1907-1979) en Valor de ley (True Grift) (1969), por la que la leyenda del cine ganó su único Oscar.
Aldrich y Tarantino
Aldrich y Tarantino tienen mucho que ver, y no sólo por esos estallidos de violencia, desmedidos, brutales, que salpican sus películas.
En una escena de La banda de los Grissom, el detective contratado por el Señor Blandish para encontrar a su hija, interpretado por Robert Lansing (1928-1994), se hace pasar por representante teatral para sonsacar a la corista y que le diga dónde están sus peligrosos amigos. Le promete un contrato en Broadway y la posibilidad de trabajar con Rudy Vallee. Ella no se lo puede creer y saca la lengua a pasear.
Rudy Vallee (1901-1986) era saxofonista, cantante y líder de una banda de música. También estrella de la radio y famoso por su explosivo carácter potenciado por un ego descomunal (se dice que se liaba a puñetazos con prácticamente cualquier persona que le pusiera un poquito nervioso, con predilección por los fotógrafos y los pianistas). El público lo amaba y la gente que trabajaba con él o para él, le odiaba. No sabemos si la temperamental Anna Borg hubiera “cantado” ante el falso representante si hubiera sabido cómo se las gastaba el bueno de Rudy Vallee.