A vueltas con Halloween y Michael Myers

Ahora que ha finalizado la saga Halloween, o por lo menos la protagonizada por Jamie Lee Curtis, es un buen momento para contar el origen del mito. Al “abuelo” de Michael Myers hay que buscarlo en el saco más independiente y raro del cine de la década de 1970. Es el asesino que acecha a una niñera en Foster’s Release (1971), un corto de 15 minutos dirigido por Terrence Winkless. Una conocida leyenda urbana que también utilizó Fred Walton para Llama un extraño (1979), pero que no hizo nada por la carrera como cineasta de Winkless. Tenía talento, pero no suerte, así que abandonó el cine con el honor de haber rodado esos 15 minutos, considerados la Piedra de Rosetta del terror moderno. Él mismo lo reconoció cuando se estrenó Halloween (1978): «Fue listo. Yo era demasiado purista para convertir Foster’s Release en una gran producción». El listo al que se refiere es John Carpenter, nacido en Nueva York en 1948 y mucho más ambicioso que Winkless.

A Carpenter también le gustaba Black Christmas (1974), terror en una fraternidad femenina y un hombre que entra en la casa a través de la ventana del ático. El director de esa película, Bob Clark, dejó caer muchas ideas (atrapan al asesino, lo meten en un centro psiquiátrico, se escapa y vuelve el día de Halloween) para una posible secuela de Black Christmas que nunca se hizo y que Carpenter cazó encantado. Esta película es la “tía” de Halloween

¿Y el padre? Pues el propio Carpenter y su guion de 1971 Hillbillies from Hell, una especie de Km. 666 (Wrong Turn) (2003), con familia de caníbales en el campo. En esa historia destacaba un gigante con máscara que persigue a sus víctimas con un cuchillo. Un personaje que, desarrollado, se convertiría en Michael Myers.

El guion de Halloween escrito por Carpenter junto a su novia de entonces, Debra Hill, era todo un homenaje a Psicosis (1960), salvo por la escena final donde Hitchcock nos ofrece una larga explicación. Para el cine de terror moderno, con Halloween a la cabeza, la clave está en la ausencia de motivos. «Las respuestas simples tranquilizan al espectador y eso es lo que no queremos», parece ser el lema desde entonces (una máxima llevada al extremo en la estupenda Los extraños, 2008).

En Halloween tenemos a una niñera, un barrio residencial, la música, compuesta por el propio director, y un asesino que nunca sabemos por qué mata.  «Explicar es estropear una buena historia. Aquí nos enfrentamos a algo que es el mal en estado puro. Eliminamos los datos personales, los detalles. Y eso era algo que yo no había visto nunca», cuenta Carpenter. No hay nada que dé más miedo que aquello que no entendemos. O como dice Denis Villeneuve: «Una araña inmóvil asusta más que una en movimiento». Y Michael Myers siempre inmóvil se limita a ladear la cabeza, un recurso que Carpenter sacó de los fantasmas de Suspense (1961).

El resultado fue una película que, de alguna manera, cambió muchas cosas en el cine. Como dice el escritor Jason Zinoman, «Halloween cogió desprevenido a todo el mundo… Fue el principio de una tendencia artística y el final de un modelo de negocio… pero su auténtico logro fue cómo Carpenter hacía que pareciese que lo único que se necesitaba para hacer una gran película de terror era una chica, un asesino de gran tamaño y un cuchillo. Los estudios vieron que una película hecha con cuatro cuartos podía recaudar casi cien millones de dólares. Y quisieron apuntarse».

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