Una noche con Adela, Alberto Vázquez-Figueroa y películas tontas más allá de toda comprensión

Una noche con Adela llega a Filmin. Laura Galán vuelve con un personaje extremo después de ganar el Goya por Cerdita (2022). Esta vez, una barrendera que planea una horrible venganza durante una noche. Una película, con la que se estrena en el largo Hugo Ruíz, brutal y demoledora, con algunas escenas realmente incómodas (las de Adela en su casa con el acompañante masculino). No recordábamos una noche tan siniestra desde la que vivió Mario Casas en la excelente No matarás (2020).

Hugo Ruíz ganó por esta reivindicable película el premio al mejor director novel (Best New Narrative Director) en el Tribeca Film Festival.

The Black Demon (2023) es la peor película que se ha hecho nunca sobre escualos que devoran personas (se puede ver en Movistar Plus+). Es peor que L’ultimo Squalo (1981), con James Franciscus, y que La Notte degli Squali (1988), con Treat Williams, dos subproductos italianos que, por lo menos, tenían su gracia, como la tenían Grizzly (1976), Orca (1977), Tentáculos (1977), ¡Tintorera! (1977), Barracuda (1978), Piraña (1978), Voracidad (1979) o Alligator (1980). Todas ellas obras maestras al lado de este Tiburón negro sin ninguna gracia, un mensaje ecologista de risa y un Josh Lucas claro candidato a la peor interpretación de un actor en una película de tiburones de toda la historia del cine (nada que ver con, por ejemplo, Thomas Jane en esa maravillosa locura que es Deep Blue Sea. 1999). 

Alguien dice: “no es un tiburón ni un Megalodón, es una maldición”. Maldición la nuestra por aguantar esta película. Cuando Roger Ebert salió de ver El Esmoquin (2002) escribió: “La película es tonta más allá de toda comprensión, e incluso si no fuera tonta, estaría más allá de toda comprensión”. Pues eso.

En el documental What She Said: The Art of Pauline Kael (2018), que estrena Filmin, lo mejor es ver el cabreo que se cogió William Peter Blatty cuando leyó la reseña (negativa) sobre El Exorcista (1973) que había firmado Kael. “¿Qué puedes esperar de una persona que piensa que Psicosis (1960) es una película divertida?”, se limitó a exclamar el escritor y cineasta.

Cuando le preguntaron a la gran dama de la crítica cinematográfica norteamericana cuál era su película favorita de todos los tiempos, la señora contestó que Ménilmontant (1926), una cinta muda francesa dirigida por el ruso Dimitri Kirsanoff sobre los diferentes destinos de dos jóvenes cuyos padres han sido brutalmente asesinados en el barrio obrero de París que da título a la película. 

Emiten en televisión Tuareg (1984) y uno se acuerda de Alberto Vázquez Figueroa, de sus novelas (El perro, que llevó al cine Antonio Isasi-Isasmendi en 1977) y de las dos películas que dirigió, Oro Rojo (1978), con José Sacristán donando sangre sin parar y Terele Pávez tan potente como siempre, y Manaos (1979), basada en su propia novela y una colaboración especial de Florinda Bolkan surcando el río Amazonas con sus mejores galas.

Vázquez Figueroa es un personaje único, aventurero, corresponsal de guerra, escritor e inventor. Tiene 87 años y alguien debería rescatar su figura y su legado.

Tuareg, una de sus novelas más populares, la llevó al cine el cineasta italiano Enzo G. Castellari (1938), uno de los ídolos de Quentin Tarantino y director de L’ultimo Squalo (1981). Esta última ya hemos dicho que es mejor que The Black Demon, pero lo que no sabíamos es que sólo en Estados Unidos recaudó más de 24 millones de dólares en sus dos primeras semanas de exhibición hasta que Universal Pictures demandó a los productores por copia descarada tanto a la película de Spielberg (en muchos países, incluida España, se estrenó como si fuera la tercera entrega del Tiburón original) como a la novela de Peter Benchley. Universal ganó la batalla judicial y L’ultimo Squalo fue retirada de los cines.

Hablando de tiburones, se estrena en Estados Unidos No Way Up, una serie B que parece mezclar las películas de escualos con las de la saga Aeropuerto. La trama va de un avión de pasajeros que se estrella en el Océano Pacífico, el aparato se hunde en el agua y los supervivientes se quedan atrapados, según la sinopsis oficial, “en una pesadilla porque el aire se agota y los peligros acechan por todas partes”. El cartel, y la historia, recuerda al de Aeropuerto 77 (1977), un clásico del cine de catástrofes cuya alargada sombra también está presente en Lift (2023), el reciente estreno de Netflix. Un placer nada culpable ver a Jack Lemmon, como héroe de acción, y a Olivia de Havilland, que no puso ninguna pega a que la zambulleran en el agua, «como habían hecho antes con otras viejas glorias del Hollywood clásico como Shelley Winters en La aventura del Poseidón (1972) y Ava Gardner en Terremoto (1974)».

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