El gran viaje cinematográfico del actor no ha sido su encuentro con Berlín en La casa de papel, ni sus largometrajes (desde el primero, Alma gitana en 1996 hasta el último, el thriller de acción de 2023 Awareness). El gran viaje personal y profesional de este gallego nacido en Vigo en 1971 es En la nave del encanto, miniserie documental escrita y dirigida por él donde el actor protagoniza una especie de road movie espiritual por desiertos, selvas y aldeas perdidas de México en busca de los maestros del chamanismo “con la intención de abrir una ventanita a un tipo de conocimiento que no es de nadie y está aquí desde siempre”. Hablamos de plantas medicinales y sagradas con efectos alucinógenos, rituales de magia, ofrendas de sangre, de espíritus y de lugares que desprenden poderosas energías. Pedro entre las tribus navegando en La nave del encanto en busca del conocimiento ancestral de los chamanes. El objetivo, como dice el actor al final del viaje, es “sintonizar con nuestros corazones y volar”.
La charla es en un céntrico hotel de Madrid, un reservado en las alturas donde nos recibe Pedro Alonso, el actor de la serie Berlín (2023) y a punto de comenzar otra, El juicio, producida y protagonizada por Eugenio Derbez. Pero el motivo del encuentro no es ni una ni la otra, es En la nave del encanto, una miniserie documental que ha dirigido el actor junto a su amigo Enrique Baró Ubach y que Netflix estrenará el siete de enero dividida en tres episodios.
Al principio de este viaje el propio Alonso dice en voz en off que en estos últimos nueve o diez años le ha pasado de todo. Viendo En la nave del encanto no se nos ocurre nada que haya hecho antes en teatro, cine o televisión más personal e íntimo. Lo más “único” de su carrera podríamos decir y algo que probablemente no vuelva a hacer nunca. “Pues probablemente sí es lo más personal y es muy probable que no vuelva a hacer nada así porque es muy nicho. Cuando llegué de México y antes de estrenar en Madrid, un día me levanté con una inquietud extraña, una sensación fuerte. Fue justo antes del estreno y me di claramente cuenta de que no era porque estrenaba mi primera película como director sino por el sentido de responsabilidad que implicaba hablar de lo que estoy hablando. Me he metido en muchos charcos con esta miniserie”.
Lo entendemos. Pedro Alonso habla a lo largo de 164 minutos en primera persona y de una forma muy honesta. “Sólo así haría este proyecto. Ponerme yo en evidencia, exponerme a muerte, tanto las zonas luminosas como las más sombrías y, sobre todo, no pontificar. No dejo de ser un hombre blanco occidental hablando de un saber ancestral. Porque vuelvo a lo mismo, con En la nave del encanto he pisado todos los charcos posibles”.
Y en este punto entramos en terrenos “perturbadores”, como dice Alonso. “Tocas ciertos tabúes y te prenden en la hoguera. Es la dictadura del pensamiento único y no tiene nada que ver con ideologías. Vivimos un momento que seguramente no será peor que otros, pero sí más tóxico. No me interesa que este trabajo lo vea todo el mundo ni que toda la gente se dedique ahora a meterse ayahuascas, solo pretendo iniciar una conversación. Las gafas con las que vemos el mundo a lo mejor necesitan un reajuste. Mirar con otras herramientas culturas que están condenadas al ostracismo”.
En la nave del encanto nace de una sucesión de casualidades o de una sucesión de necesidades. Sorprende la forma que ha tenido el actor de “desnudarse”, de abrirse. Es una búsqueda. Ha volcado mucho de sí mismo, ha vomitado (literalmente) y comparte recuerdos íntimos, como cuando nombra a su padre o hace alusión a la depresión que pasó a los treinta y pico años. También comparte recuerdos de su infancia (una noche de San Juan) en lo que es un viaje al pasado muy emocionante. ¿Era Pedro Alonso consciente de que estaba llegando tan lejos? Parece que sí.
En la película hay una serie de frases, escritas y pronunciadas por él que podrían servir como declaración de intenciones antes de iniciar el viaje: “La intención es abrir una ventanita a un tipo de conocimiento que no es de nadie y está aquí desde siempre”. Esta la dice enseguida, en el minuto 17. “Cada uno debe encontrar su propio camino”. Y por fin: “No queremos hacer juicios morales de tradiciones milenarias”.
“Qué bueno las tres que has elegido. La primera es clarísima. La segunda inapelable. Habla de los muchos senderos que hay para subir a la misma cumbre. Hay un término que a mí me encanta en la filosofía andina que es el ayni, se refiere al sentido de la reciprocidad: recibo, doy”.
La frase “No queremos hacer juicios morales de tradiciones milenarias” abre uno de los debates más interesantes de los que plantea En la nave del encanto. También es el más controvertido. En un momento, una mujer habla de sacrificios de animales, ofrendas de sangre, espíritus y lugares con energías sumamente poderosas. Alonso se revuelve ligeramente en el sillón. “Yo te preguntaría: ¿y el maltrato animal en las sociedades occidentales? Yo soy el primero en tener prejuicios. Se trata de entender a la otra persona. Respetar al diferente. Estamos en la dictadura del pensamiento único, y no hablo de izquierdas ni derechas, hablo del paradigma con el que se gestiona el momento en el que estamos. Yo no me reconozco ahí, no me gusta, no quiero eso. No quiero ser un tipo que en su casa se comporta muy bien y fuera es un nazi. La sabiduría camina por más vías, eso me interesa mucho”.
En la nave del encanto es una road movie física y espiritual. En un momento dado, Alonso nos dice que hay que ser muy responsable con un material como el que está manejando. Por ejemplo, lo de los sacrificios. Entonces, un señor al que llaman Abuelito dice algo que nos encanta: “El planeta está en peligro, se está quejando. No frenamos y hay que parar para limpiar la casa”. En definitiva, nos está proponiendo un viaje a los ancestros para mirar el presente. “Ese hombre barre la selva. La selva es un espíritu. Todos los maestros que he conocido me han conmovido y siempre por algo asociado a la gentileza en el trato, consigo mismo y con su entorno, con su gente, con el extraño y con la Pachamama (deidad que representa a la Tierra). Estos maestros manejan un código con una honorabilidad que a mí me conmueve muchísimo. Son como guardianes de algo, eso me gusta. Nada de dueños, guardianes”.
El documental tiene algo de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Se podría titular Pedro en el corazón de las tinieblas en busca de los maestros del chamanismo, aunque aquí no se habla precisamente de tinieblas, se habla de luz. “Efectivamente, eso te iba a decir. El personaje de Marlon Brando en Apocalypse Now (1979) es un chamán. No hablemos de moral, no hay moral, ese discurso se ha terminado. Es la selva y esto va de poder, dice. Esto es la historia del mundo. La de los conquistadores y la de los brujos malos. Me he encontrado brujos malos aquí, en España, rodando (risas) y yo también he sido mi propio brujo malo. Escribo mucho de todo lo me pasa, y en los últimos diez años he visto de todo. He viajado a países donde me han pasado cosas delirantes, con políticos, con el poder”.
En un momento dado Alonso habla de las “criaturas” que se ha encontrado por el camino al hacer este documental. ¿Cuál ha sido la peor y la más peligrosa? ¿Cuáles han sido los riesgos? “A nosotros nos han dicho: tenemos vuestras “placas”, sé dónde vives. Y quiero los nombres de todos los del equipo. Pelos de punta. En algunos lugares, cuando te dicen cosas así… cuidado”.
El actor reconoce que nunca había vivido un momento de tanta responsabilidad: produce, dirige y se lleva a sus amigos en ese viaje por los márgenes de México, pero él reconoce que ya ha visto “tiburones” de ese tipo en su vida. “Los he visto. Quiero creer que soy muy cuidadoso con mis declaraciones porque enseguida te puedes poner estupendo. Si hubiese cedido en ese tipo de cosas (las amenazas) no hubiese salido de mi casa para estudiar, no hubiese sido actor, no hubiese empezado a escribir a los 40, no estaría dirigiendo esto. No estaría hablando contigo. Estaría viviendo con miedo y de ese miedo no quiero saber nada. Para mí lo importante es el respeto. A ese hombre de las amenazas le dije por teléfono: tú eres un traidor a tu comunidad, un estafador, espero que cuando sueltes este cuento a los tuyos seas consciente de que tú eres el veneno. Y de tu especie en tu mundo también hay muchos”.
Un niño le pregunta en el documental: ¿Es de terror la película? Ese niño somos nosotros, que también podríamos preguntar si es un thriller, porque hay suspense, hay amenazas (“cuando le hacemos caso al corazón suceden las desgracias”, le dice un tipo mirándole fijamente a Alonso) y “algo más que un par de sustos”. “Tomé una decisión, si esta película no llevase voz en off y durara una hora cuarenta, competiríamos en festivales. Es una película de festivales. No voy a hacer una de Herzog, no quiero ser Carl Sagan poniéndome didáctico. Pero para quien entre, la voz en off va a darle claves. Pero no quiero que esto suene muy solemne. Yo puedo ser el más intenso, incluso pasarme y ponerme estupendo., pero también necesito disfrutar de la vida. Estoy teniendo mucho cuidado en no ponerme a categorizar de forma unívoca. Lo perfecto es una mezcla entre lo espiritual y lo dionisiaco, que es algo que me interesa muchísimo. Tengo 20.000 caras, y tú también, todo el mundo, y eso es parte del trabajo, de la vida”.
En la película Queer (2024), de Luca Guadagnino, el personaje de Daniel Craig hace un viaje como el que más o menos propone Alonso. Entonces entramos en la literatura de William S. Burroughs. “Las obras de los 60 y 70 me generan sentimientos encontrados, no hay que dar por sentado que vamos hacia adelante. En esa época se abrió algo que estaba muy rígido, pero luego por boca de Nixon se consideró el mal y ahora eso se está empezando a abrir desde otro lugar. Y es verdad que hay que tener también cuidado con la mala praxis, pero también en la medicina, mira la crisis de los opiáceos. En cualquier caso, si no ves el documental puedes pensar barbaridades. En todos los visionados he dejado de sentir lo que sentía cuando quería levantar el proyecto. En los inicios era como: Este se ha venido arriba, quiere ser chamán. Una mirada condescendiente, muy prejuiciosa que esconde un recelo y miedo a lo diferente. Eso en los visionados posteriores no ha ocurrido porque se estaba recibiendo desde otros lugares. Y dicho esto puedes opinar lo que te de la gana, pero con respeto. Me encantaría que fuera así”.
En el documental se dice: “En este preciso instante estamos donde tenemos que estar”. ¿Dónde está ahora Pedro Alonso? “No paro de trabajar últimamente y tengo un pie en muchos lados. Siento que estoy en un momento donde me reconozco cada vez más. Mi jardín propio, lo llamo. Un momento lindo, exigente, especial, donde siempre he querido llegar. Antes me costaba reconocerme como actor. Me entendía más con la pintura, luego descubrí la escritura…”.
El actor está expectante, a ver qué pasa con la presentación del documental. “Es algo que me intriga mucho, comprobar si tiene un retorno o no. Todo lo que está pasando es muy bueno por ahora porque se está creando una intimidad increíble en las entrevistas. Hay mucha cercanía y eso me emociona, te lo juro”.
Alonso dice mucho que este es un “Proyecto nicho”. Pero le gusta hacer cosas diferentes. “Lo que debe tener es chicha”. Ahora, por ejemplo, según me cuenta, va de cabeza a dirigir un guion que está escribiendo con Paco Bezerra. Es ficción y la clave y la configuración es muy diferente a En la nave del encanto. “Habla sobre el poder, es una historia de género y va dirigido a un público amplio. Me gustaría ser capaz de seguir sosteniendo el camino de la obra propia compaginándolo con otro tipo de proyectos”.
Le comento que en la industria eso se llama “Una para ellos, otra para mí”. Es decir, Berlín para ellos y En la nave del encanto para él. El éxito como una locura y el proyecto personal que verán los escogidos. “Si voy a El Hormiguero medito y pinto antes. Y si vengo aquí igual. Porque esto me configura. Procuro no pelearme con nadie, intentar no juzgar a nadie y estar tranquilo, y eso no es nada fácil. Quiero divertirme a lo loco. Soy honesto, si me tengo que tirar por un sitio me voy a tirar, me va la marcha. Mi madre siempre me decía: eres muy curioso (risas)”.
Pedro Alonso dice que empezó muy fuerte. LaFura dels Baus y debut en el cine de protagonista con Alma gitana (1996). “En esa época me ofrecían televisión, pero yo siempre decía que no. Fui el primero en caer en esa condescendencia. Ahora, con todo lo que llevo detrás, me da igual que escribas en Hola o que seas el último Premio Pulitzer. He visto códigos de trabajo increíbles en uno y en otro lado. Cada vez soy más trasversal, y eso me encanta. A lo largo de mi carrera me he encontrado con gente increíble, sensible, que se cuida, que avanza, que tiene un discurso público e intenta que su manera de trabajar concuerde con ese discurso. Pero también con lo contrario, porque aquí hay gente que larga mucho por la boca y luego son unos fachas con la gestión de sus equipos. Javier Bardem decía hace poco que cada vez es más sensible al trato en los rodajes con la gente de figuración. Se trata de tratar igual a todo el mundo. Ese es un talento que hay que cuidar”.