Según contaba Billy Wilder, “el papel del guionista Joe Gillis en El crepúsculo de los dioses (Sunset Blvd.) (1950) lo iba a interpretar Montgomery Clift… Pero tres días antes de empezar a rodar, se retiró. Había tenido una relación con una mujer mayor en Nueva York, y no quería ser objeto de cotilleos en la industria”. Esa mujer mayor a la que alude Wilder bien podía ser la actriz Libby Holman, 16 años mayor que el actor, un romance obsesivo que duró una década y según muchos especialistas en la figura de Clift fue nefasto para la carrera de la estrella. Fue ella quien le aconsejó que rechazara El crepúsculo de los dioses (1950) y más tarde Solo ante el peligro (1952).
El elegido para ser Joe Gillis terminó siendo un poco conocido actor llamado William Holden, que recibió una nominación al Oscar. Holden ganaría el premio por Traidor en el infierno (1954), aunque siempre se quejaba de que había construido su carrera gracias a personajes que no quisieron hacer otros. Un ejemplo más es el militar estadounidense de El puente sobre el río Kwai (1957), que rechazó Gary Cooper. La jugada para Holden salió perfecta porque, además de la popularidad que le dio la película, en su contrato se aseguró una participación en los beneficios de taquilla ya que tuvo la intuición de que iba a ser un éxito.
Aunque en ese aspecto, hay un actor que supera en astucia y visión a Holden. El tema de cómo se iban a gestionar los derechos del merchandising de los productos de La guerra de las galaxias (Star Wars) (1977), juegos, figuras etc, fue definido como “la negociación más decisiva que se ha llevado a cabo en la historia de Hollywood”. El prestigioso actor inglés Alec Guinnes iba a interpretar sin mucho esfuerzo a un tal Obi-Wan Kenobi, pero rebajó su salario a cambio de participar en los derechos de los productos promocionales. Las cuentas si alguien las hace son de vértigo.
Tampoco se quedó atrás en visión comercial Lana Turner. La actriz llevaba porcentaje en beneficios de Imitación a la vida (1959), que fue el mayor éxito en su larga carrera. Lana nunca supo exactamente la cantidad exacta que ganó, pero “fue bastante más que el millón de dólares que recibió Elizabeth Taylor años después por Cleopatra (1963)” (en ese momento considerada la cifra más alta pagada nunca a una actriz por una película).