Rozzum 7134, conocida como Roz, es una sofisticada robot que acaba perdida en una isla deshabitada y descubre un huevo de ganso, motivándola a cuidar y criar al polluelo que nace. Los artistas y los animadores integraron comportamientos de Roz basándose en las perspectivas de la actriz que prestaba su voz al personaje, Lupita Nyong’o, abarcando cualidades como la inocencia, la voluntad, la dificultad de comprensión y la honestidad. «La aportación de Lupita fue clave para descubrir rápidamente el carácter de Roz», nos cuenta el director Chris Sanders. El director y la actriz colaboraron para encontrar la voz de Roz, transformándola gradualmente de ser una entidad robótica a una criatura emotiva a lo largo de la película.
«Hallar la voz de Roz fue todo un viaje. Todo comenzó con un debate sobre el rol de las emociones en un robot. Roz, siendo una robot, tiene que aprender a acceder a la espontaneidad de las emociones, que es algo que no le nace de forma natural a una entidad programada. ¿Cómo se convierte ese debate filosófico y cerebral en una actuación? ¿Qué te hace transmitir la falta de emoción y luego su adaptación al mundo de las emociones expresas? Comenzamos con una voz más incorpórea y lo que yo llamo el “optimismo programado” que integran figuras robóticas como Siri o Alexa. Ese optimismo está presente, pero no puedes sentir el alma de Siri. Roz comienza en ese ámbito y luego, a medida que se adapta al mundo y se convierte en la madre que cría a Picobrillo, se reprograma para acceder a algo más afín a la empatía, la expresión y las emociones humanas. Para cuando llegamos al final de la película, se ha convertido en una figura totalmente tridimensional y completa», explica la actriz.
Para Nyong’o, asumir el papel de Roz supuso un destacado hito en su carrera profesional. «Trabajar con DreamWorks ha sido un sueño, y lo digo con todo mi corazón. Cuando empecé este proceso, iba con pies de plomo. Sí, estaba el libro, pero un buen libro no garantiza automáticamente una buena adaptación, ¿sabes? Había visto la obra de Chris Sanders, como Cómo entrenar a tu dragón, y sabía que tenía una forma muy especial de abordar la animación y las historias que quiere contar. Sin embargo, para mí se
trataba de un medio relativamente novedoso aún. Sí que había hecho cosillas, pero nunca había asumido la responsabilidad de un papel principal en la animación antes de esto. Por eso, quería ser cautelosa, porque quería saber cómo iba a ser y a lo que podía conducir. Conllevó largas conversaciones con Chris y emplearme a fondo para imaginar todos los recovecos de lo que podía llegar a ser este proyecto. Cuando te apuntas a hacer una película de animación, te estás comprometiendo a un trabajo de varios años. El proceso es muy lento y cuesta sentirse totalmente inmersa cuando tienes que acudir cada seis meses para trabajar en ello. Por eso, subirse a bordo de un proyecto de este calibre conlleva mucha fe y, sin duda, un montón de paciencia. Pero estoy feliz de que todo haya merecido la pena».