Los orígenes de El Exorcista

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Viajemos en el tiempo. Concretamente a 1973, el año de El exorcista, la película que cambió el cine de terror para siempre.

Este viaje tiene sentido porque los orígenes de El exorcismo de Georgetown se remontan a la infancia de Joshua John Miller, al que a partir de ahora llamaremos Josh, cuando veía a su padre, Jason Miller, en el papel del maldito padre Karras arrojándose por una ventana en el clímax de la película de William Friedkin. Josh nació el 26 de diciembre de 1974, exactamente un año después del estreno de la película, el 26 de diciembre de 1973. Ya es coincidencia. El destino del pequeño Josh estaba marcado.

Por si eso no fuera lo bastante inquietante por sí mismo, Jason Miller nunca se privó de contarle a Josh historias sobre lo «maldita» que estaba esa taquillera película: los misteriosos incendios que asolaron la producción, las extrañas muertes, las lesiones de por vida… y la lista seguía y seguía. En uno de los muchos especiales del «making-of», el padre de Josh contaba que un cura le paró por la calle para afirmar que «cuando nos atrevemos a desenmascarar al diablo, el diablo se venga». Jason ni siquiera estaba rodando ese día, y tampoco era todavía una figura conocida.

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M.A. Fortin (Guionista) & Joshua John Miller (Guionista-director) son pareja en la vida real. Toma la palabra M.A. Fortin: «Cuando escribimos esta película por primera vez en 2019, ya no había muchas cosas que no se sintieran malditas. Como pareja homosexual, ver cómo ciertos segmentos de la fe cristiana se ensañan con las mujeres y las personas LGBT nos resulta especialmente inquietante, aunque no sorprendente. Aunque reconocemos que la Iglesia es una fuente de gran alegría y consuelo para muchos, también ha demostrado ser un instrumento de abuso y vergüenza con la misma frecuencia, como Hollywood. Cuando empezamos a escribir esta película, salieron a la luz muchos comportamientos terribles en ambas instituciones: personas heridas que infligían heridas a quienes les rodeaban. Con esta película queríamos actualizar la fórmula de las películas de posesión («Un hombre heroico rescata a una mujer de unos poderes contra los que no puede luchar por sí misma») para adaptarla a un mundo en el que ningún colectivo es dueño de la bondad y la decencia por encima de otro. Contamos con un reparto y un equipo creativo extraordinarios para contar una historia sobre cómo todos somos vulnerables a la oscuridad, y a perpetuarla, si no nos enfrentamos a nuestros demonios. Puede que el diablo tome represalias, pero ¿qué otra opción tenemos?».

En realidad, estamos ante una película dentro de otra película sobre un actor con problemas que empieza a desmoronarse durante el rodaje de una película de terror. Tony Miller (Russell Crowe) era una gran estrella de Hollywood hasta que la muerte de su esposa y su adicción le dejaron sin trabajo. Encargado de protagonizar una película de exorcismos, tiene una última oportunidad de reconstruir su antigua vida y su familia. Es un cliché total vender tu alma al diablo por el éxito (lo hizo el protagonista de La semilla del diablo) y Tony nunca lo haría. Pero, ¿y si el diablo te la roba de todos modos?

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