Betsy Baker (1955) y Theresa Tilly (1953) debutaron en el cine con la mítica Posesión infernal (1981), aunque ninguna de las dos ha tenido después una carrera destacada. Sam Raimi le dio a Tilly un pequeño papel en Oz: Un mundo de fantasía (2013) y Baker es sobre todo una actriz de televisión con apariciones en series como True Blood (2014) o Heridas abiertas (2018).
Pero no importa, porque para los amantes del terror están por derecho propio en el imaginario colectivo, en el panteón de los mitos, como lo están otras actrices que, sin ser estrellas ni destacar luego, ya se han quedado como iconos del género. ¿Otros ejemplos? Susan Backlinie y su primer y último baño en Tiburón (Jaws) (1975), Marilyn Burns y su carrera por el campo perseguida por Leatherface y su sierra mecánica en La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre) (1974) o Heather Donahue y su mirada llorosa y perdida al final de El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project) (1999).
Todas ellas actrices que no siguieron una carrera de éxito, pero que no necesitaron más para ser recordadas. Como Betsy y Theresa.