Inspirada en hechos reales, la comedia María Martínez Ruíz no puede volver cuenta una historia ambientada en Valencia, año 2001. Fani entra como becaria en un programa de testimonios. Dispuesta a lo que sea con tal de no perder su trabajo, se atreve a llevar a la única mujer que tiene prohibido volver: María Martínez Ruiz.
Carmen Arrufat es Fani y Silvia Abril interpreta a la invitada que tiene prohibido regresar al plató.

En palabras de su director, Óscar Bernàcer, «la historia parece una distopía, pero no lo es. En plena era del #metoo a las nuevas generaciones les cuesta creer que aquellos entornos tan tóxicos existieran».
Según Bernàcer uno de los principales retos de la película ha consistido en: «¿Cómo plasmar con ojos de 2025 un universo de finales de los 90/principios de los 2000, machista, clasista y lleno de trepas? ¿Hay alguien en esta película que merezca ser salvado?».
La realidad supera la ficción, y la telerrealidad más si cabe. Una película basada en hechos reales tal y como asegura, y recuerda, su guionista, Gracia Solera: «Ocurrió así, tal cual. Hace años entré en mi primera redacción de televisión y me encontré con un cartel que decía ‘María Martínez Ruiz no puede volver'». Me pasé una semana preguntándome qué habría hecho esa mujer para que se le vetara la entrada en un programa donde todos andábamos como locos por engatusar a alguien para que viniera».

La película nos descubre ese otro lado de la industria de la televisión, donde la verdadera historia se encuentra en el backstage y cuando los focos se apagan. La otra cara que nunca ha visto el espectador: lo que ocurre, y lo que ocurría en la trastienda de los programas de testimonios. Esa realidad alterada y manipulada que arrasaba en audiencia, pero que nadie se atrevía a reconocer que consumía.
Un todo vale por la conquista del share que durante años reunía a millones de personas delante de la pequeña pantalla y que, al fin y al cabo, supone una reveladora radiografía social de la época. En definitiva, un intenso viaje a nuestro pasado reciente que pivota entre lo trágico y lo cómico, explorando la denominada «magia de la tele» de aquel entonces. Una experiencia divertida a la par que cruel… ¿cómo la vida misma?



