Dos chicas a la fuga (Drive-Away Dolls) es muchas cosas. Para empezar, la primera película dirigida por Ethan Coen sin la participación de su hermano Joel. Los míticos hermanos se separan un instante, el tiempo que ha tardado el más joven de los dos, Ethan, de 66 años, en rodar esta comedia disparatada. También es el comienzo de una nueva aventura, primera película de una trilogía cuya segunda entrega ya se ha rodado (se titula Honey Don’t!, también con Margaret Qualley, esta vez acompañada por Aubrey Plaza y Chris Evans).
El origen de Dos chicas a la fuga es, como la propia historia que nos cuenta, de lo más surrealista. Ethan y su mujer, Tricia Cooke, fiel colaboradora del cineasta, escribieron el guion sin normas ni esquemas, de una manera informal, simplemente intercambiando ideas. “Hablamos sobre personajes y escenas que serían divertidas y harían que la película funcionara. Ethan escribía algún diálogo, luego yo lo cambiaba, íbamos de un lado a otro, pasándonos el ordenador”, nos cuenta Tricia, que además del guion también se ha encargado del montaje de la película.
En realidad, como apunta Ethan, ese es el mismo proceso que ha seguido a lo largo de su carrera con su hermano Joel. “Es exactamente igual. Cuando escribimos, simplemente hablamos, escena por escena. Recuerdo cuando Joel y yo trabajábamos en Barton Fink (1991) uno de los conceptos de la película era que el escritor está en Hollywood, trabajando en una película sobre la lucha libre. ¿Y existe un género cinematográfico de lucha libre? En cierto punto no importa. Si encaja en la historia, es real”.
La idea central de Dos chicas a la fuga, y esto es importante para entender el alma del proyecto, es tomarse en serio hacer una película que no se tomara a sí misma demasiado en serio.
Para ello, Ethan y Tricia se inspiraron en películas como Motorpsycho! (1965), de Russ Meyer, o Bad Girls go to Hell (1965), de Doris Wishman, subproductos rodados con cuatro cuartos, con el sexo y la violencia como atracción principal, en cierta forma “sucias pero paradójicamente inocentes”, en palabras de Coen.
Otra influencia fue Kiss me Deadly (El beso mortal) (1955), el clásico del cine negro dirigido por el gran Robert Aldrich, basado en una de las novelas de Mickey Spillane protagonizadas por el detective privado Mike Hammer. Spillane (que en realidad se llamaba Frank Morrison Spillane) fue uno de los respresentates más significativos de la llamada novela Pulp (Pulp magazines, publicaciones baratas sobre historias de ciencia ficción, de detectives, de terror y suspense que fueron muy populares en la década de 1950 y que Quentin Tarantino homenajeó en Pulp Fiction. 1994). En la película de Aldrich, el actor Ralph Meeker interpreta a Mike Hammer, un detective que se mezcla con personas que persiguen una caja misteriosa. Cooke y Coen pensaron que los problemas de sus heroínas en Dos chicas a la fuga, también surgirían de un misterioso maletín escondido en el maletero de un coche y de las personas muy malas que quieren recuperarlo.
A partir de ahí, desarrollaron una surrealista trama que se podría definir como Thelma & Louise (1991) se empapan de Fargo (1996), son lesbianas y huyen de un grupo de mafiosos, parando en moteles de carretera, bares de lesbianas, asadores favoritos y extrañas atracciones al borde de la carretera. Y de fondo, la canción Blue Bayou, de Roy Orbison cantada por Linda Ronstadt, en vez de la conmovedora The Ballad of Lucy Jordan que entonaba Marianne Faithfull en la película de Ridley Scott.
Aunque la primera escena de la película es para Pedro Pascal, las estrellas son Margaret Qualley y Geraldine Viswanathan (de la serie Miracle Workers), que no se llaman Thelma & Louise. Jamie (Qualley) es desinhibida y deslenguada mientras que su amiga Marian (Viswanathan) es puritana y seria, lee a Henry James y sólo quiere llegar a Tallahassee, la capital del estado de Florida donde vive su querida tía Ellis, aunque sea en el coche equivocado.
El disparatado tono de la película está inspirado, según Coen, en John Waters, Pedro Almodóvar y Russ Meyer. La historia, ambientada a finales de diciembre de 1999, nos ofrece muchas sorpresas, como esa extraña obsesión que tiene los personajes por la obra del escritor Henry James (unos leen Los Europeos, otros La copa dorada y Jamie no volvió a abrir un libro desde que en el colegio la obligaron a leer Retrato de una dama) o como esa impagable aparición de Matt Damon interpretando a un senador conservador que ha perdido algo.