El cine español se apunta al Slasher, aunque es un poco tarde

Hay películas norteamericanas de la década de 1970 que ya apuntaban maneras, con adolescentes de camping, o en hermandades, o en casas particulares que iban siendo asesinados uno a uno. Black Christmas (1974), por ejemplo, de donde nacerían La matanza de Texas (1974), The Town That Dreaded Sundown (1976), Halloween (1978) y todas las demás. Es lo que se llamó Slasher, que según Wikipedia es “es un anglicismo derivado de la palabra slash (“cuchillada” o “corte”). La característica habitual de este subgénero es la presencia de un psicópata que asesina brutalmente a adolescentes y jóvenes que se encuentran fuera de la supervisión de algún adulto”.

Desde aquel lejano 1974, siempre hemos tenido un Slasher en nuestras vidas y en nuestros cines. Y siempre hemos disfrutado, ya sea con el maniaco del garfio de Sé lo que hicisteis el último verano (1997), con el imprevisible Ghostface de la saga Scream o con los sucesivos renacimientos de Leatherface o Jason Voorhees.

Una pregunta es por qué el cine español no se ha apuntado a esta moda que lleva tantos años dando dinero a la industria de Hollywood y entusiasmando a los fans del género de terror. 

El arte de morir (2000) fue un intento extraño de hacer Slasher en España, pero por lo menos lanzó las carreras de Lucía Jiménez, Elsa Pataky o Sergio Peris-Mencheta. Poco más hemos tenido en esa línea, hasta ahora, que se estrena en Netflix El club de los lectores criminales, el paso más serio, contundente y preciso que se ha dado nunca de hacer Slasher en España. 

Se nota que el director, Carlos Alonso Ojea, y su guionista, Carlos García Miranda (autor también de la novela en que se basa la película), dominan los códigos del género y saben de lo que hablan. Tenemos, como no podía ser de otra manera, un asesino enmascarado, un tipo con careta de payaso sonriente, porque los protagonistas están enredados todo el día viendo los inquietantes vídeos de payasos siniestros que se pusieron de moda en internet hace un par de años. Hay una referencia directa a John Wayne Gacy, uno de los serial killer más infames de la historia, un tipo que entre asesinato y asesinato (por lo menos 33 víctimas) se disfrazaba de payaso en fiestas infantiles. Se hacía llamar Pogo El Payaso.

Hay también un club, que no es el famoso de los cinco (The Breakfast Club. 1985) pero casi. Y hay un profesor que es un indeseable, interpretado por Daniel Grao, edificios abandonados hace tiempo y varias y muy directas referencias a Tesis (1996), una de las mejores películas de terror del cine español.

La protagonista se llama Ángela, como Ana Torrent en la de Amenábar, y la interpreta Veki Velilla y es la típica heroína del género, lista y con traumas. El club lo forman un grupo de jóvenes aficionados a la lectura, donde encontramos a los típicos prototipos. Uno de ellos se llama Sebas y está interpretado por Álvaro Mel, el más conocido del reparto por las series La Fortuna (2021) y Un cuento perfecto (2023). En un momento este personaje afirma con toda la razón que le parece un poco decepcionante cuando el asesino en las películas explica sus motivos. Eso nos lleva a la teoría de “la ausencia de motivos”, la clave del terror moderno desde que en la escena final de Psicosis (1960) un psiquiatra nos hacía tragar un monólogo de varios minutos sobre por qué Norman Bates se había portado tan mal.

El recientemente desaparecido William Friedkin solía decir que precisamente el gran defecto de la obra maestra de Hitchcock, una película perfecta para muchos, es la última escena. “Si se quitara y se acabara con Norman Bates, con la música de Bernard Herrmann, habría dejado mucho más helada a la gente. La mayoría de la gente inteligente no quiere respuestas simples”.

Y ahí tenemos como ejemplo la excelente Los extraños (The Strangers) (2008), una hora y 26 minutos de terror puro, con sólo dos personajes, varios enmascarados y ninguna explicación.

Así que Sebas tiene razón, no queremos charlas de ningún asesino con máscara, incluyendo este payaso desbocado de El club de los lectores criminales.

La película se puede ver en Netflix

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