Hay una escena en esta película en la que están los dos protagonistas en la suite del hotel donde se alojan en Roma. Hablan de cine porque uno es Maurice Kruger, famoso director de Hollywood en horas bajas que ha terminado en Cinecittà rodando subproductos, y el otro es la estrella de la pantalla Jack Andrus, actor fetiche del cineasta y también en decadencia tras un matrimonio escandaloso y un ingreso en una clínica mental porque ha estado a punto de volverse loco, lo que ha arruinado su carrera. En la habitación está el Oscar que ganó Andrus cuando era el rey de Hollywood, y que viaje con la estatuilla a todas partes (lo tiene en la maleta, junto con las camisas) dice mucho de su situación actual. En un momento de la escena, Kruger coge el Oscar durante unos segundos y termina dejándolo en la mesa. “¿Qué hago yo con esto?”, dice gruñendo, que por otro lado es su estado natural, porque es un temperamental cineasta de la vieja escuela, algo así como John Ford, Henry Hathaway o William Wyler.
Cuando Kruger sale de la suite, es Andrus quien coge el Oscar y lo mira fijamente.
Edward G. Robinson interpreta a Kruger y Kirk Douglas es Andrus. Ninguno de los dos ganó el Oscar y Robinson nunca estuvo nominado (le dieron uno honorífico en 1973). Douglas fue candidato en tres ocasiones y por la última de ellas, El loco del pelo rojo (Lust for Life) (1956), estuvo muy cerca de llevárselo. Al final le dieron el honorífico en 1996 por sus “50 años de fuerza creativa y moral en la comunidad cinematográfica”.
Jack Andrus viaja a Roma porque se lo pide Kruger (“el único actor que es amigo mío”, dice orgulloso). Jack le va a ayudar en su película, un mediocre melodrama protagonizado por la joven promesa Davie Drew (George Hamilton) y la diva italiana Barzelli (Rosanna Schiaffino). Cuando Jack visita el rodaje, Kruger le suelta una de las mejores frases de la película: “después de cuatro días muerto, seguirías siendo mejor actor que ese baboso de Davie Drew”.
No podía faltar la figura del productor, un italiano con carácter llamado Tuccino (interpretado por el actor veneciano Mino Doro, que sale en La Dolce Vita y en muchas coproducciones rodadas en Cinecittá, así que se nota que está en su salsa) que es el que más claro lo tiene: no quiere buenas películas, quiere dinero.
También tenemos a la temperamental Barzelli, un personaje llevado al extremo, caricaturizado sin límites y basado en las inmortales Sophia Loren y Gina Lollobrigida, que por esa época triunfaban a lo grande en el cine internacional (en 1962 Gina, por ejemplo, había estrenado la comedia romántica Cuando llegue septiembre, con Rock Hudson, y Sophia acababa de convertirse en la actriz mejor pagada del cine por su contrato con Samuel Bronston para interpretar a Jimena en El Cid). En cualquier caso, a ninguna de las dos les pudo hacer gracia la imagen que de ellas aparece en Dos semanas en otra ciudad, una diva que grita todo el rato y está liada con el productor, no entiende nada porque no sabe inglés, la van a doblar en la película y Andrus harto de ella la termina dando una patada en el trasero. Definitivamente, Gina y Sophia no eran así, eran mucho más listas.
Pero Rosanna Schiaffino (1939-2009) era la perfecta representación de la época que refleja la película, la loca y divertida “Dolce Vita” de los 60. Empezó, como todas sus colegas, tras ganar un concurso de belleza a los 14 años, fue una diosa del sexo que alguien definió como «La Hedy Lamarr italiana», muchos todavía la recuerdan por sus berrinches dentro y fuera de los platós y en su vida privada era un personaje de Dos semanas en otra ciudad (Rosanna en Portofino recién divorciada conoce al playboy y heredero de la industria siderúrgica Giorgio Enrico Falck, quien también se acababa de divorciar, y los paparazis se revolucionan persiguiendo a la pareja).
En la película hay otras dos mujeres protagonistas. Veronica es una joven italiana que pasa de estar en los brazos de Davie Drew a los de Jack Andrus. La interpreta la bellísima Daliah Lavi (1942-2017), actriz en Diez negritos (1965) y Casino Royale (1967), nacida en Palestina de padres judíos europeos de Alemania y Wroclaw, Polonia, capaz de entenderse en hebreo, inglés, alemán, francés, italiano y español y en la década de 1970 reconvertida en cantante, faceta en la que triunfó a lo grande en Alemania.
Daliah tenía diez años cuando conoció a Kirk Douglas, que fue a rodar The Juggler (Hombres olvidados) (1953) al pueblo en Israel de la futura actriz.
Y luego está Carlotta, la ex mujer de Andrus, el motivo por el que el actor ha acabado en una clínica mental, atormentado por una mujer que Cyd Charisse (1922-2008) interpreta como si le hubiera robado el papel a Ava Gardner (no es el caso, Ava nunca fue una opción, aunque lo cierto es que Kirk Douglas no quería a Charisse en la película).
Hollywood desembarca en Roma, Cinecittá como cementerio de las viejas y acabadas glorias de Hollywood, que buscan en el paraíso europeo una última oportunidad (o una primera, como Clint Eastwood).
Dos semanas en otra ciudad (1962) se parece más a Nine (2009) que a Babylon (2022), aunque su gran referente es Cautivos del mal (The Bad and the Beautiful) (1952), la obra maestra de Vincente Minnelli. Como las dos películas las ha dirigido él, Minnelli se permite el lujo de homenajear con todo el descaro a esta última. En el mundo de Dos semanas en otra ciudad resulta que Cautivos del mal la ha dirigido Kruger y la ha protagonizado Andrus. En una pequeña sala de proyección los protagonistas ven una escena tensa entre Lana Turner y Kirk Douglas/Jack Andrus y Kruger comenta nostálgico que esa sí era una buena película realizada en los viejos tiempos en que los que él hacía buenas películas y ellos, Kruger y Andrus, eran “geniales”.
En una escena, Jack y Veronica pasean de noche por las solitarias calles de Roma. Un momento recreado en Nine (2009) por Guido Contini (Daniel Day-Lewis) y Claudia (Nicole Kidman). Este musical está basado en el éxito de Broadway a su vez basado en la película Fellini 8 1/2 (1963). Guido dice: “Matas tu película varias veces, sobre todo cuando hablas de ella. Una película es un sueño, la matas cuando la escribes y la matas con la cámara. La película cobra vida por un instante cuando tus actores le insuflan vida, pero luego vuelve a morir, enterrada entre las latas. Misteriosamente, en ocasiones, en la sala de montaje ocurre un milagro cuando colocas una imagen junto a la otra y cuando, finalmente, el público se sienta en la oscuridad, si tienes suerte, mucha suerte, el sueño recupera tímidamente la vida”.
Guido podía ser Jack Andrus y Dos semanas en otra ciudad podía haber sido un musical del hombre que dirigió algunos de los mejores musicales de la historia (el Minnelli de El pirata, Un americano en París, Brigadoon o Gigi).
Pero Dos semanas en otra ciudad está basada en una novela de Irwin Shaw (1913-1984), el de Hombre rico, Hombre pobre (1976), y fue un desastre en la taquilla. Y si sirve de algo, Jean-Luc Godard dijo que era una de las diez mejores películas del año.