Cuando el juego sucio se llama Fair Play (Juego limpio) (2023)

Hubo un tiempo en que Alden Ehrenreich se iba a convertir en una estrella. En realidad, ya desde el principio todo apuntaba a ello. No podía ser de otra manera si eres “descubierto” por Steven Spielberg por casualidad en el Bar Mitzvah de una amiga de la hija del director, debutas en el cine de la mano de Francis Ford Coppola en Tetro (2009), sigues con Woody Allen en Blue Jasmine (2013), con Joel Coen y Ethan Coen en ¡Ave, César! (2016), Warren Beatty en La excepción a la regla (Rules Don’t Apply) (2016) y terminas con Ron Howard como protagonista para interpretar al mismísimo Han Solo. 

Todos ellos cineastas ganadores del Oscar, de primera fila y por sí solos capaces de convertir a un actor en una estrella. El problema es que Han Solo. Una historia de Star Wars (2018), no funcionó, por no decir que fue un desastre. En realidad, no fue Ron Howard el que eligió a Alden para el papel, sino los directores ligados antes al proyecto, Phil Lord y Christopher Miller. Él fue el primer actor en hacer una prueba y si bien los cineastas vieron luego a muchos candidatos más, siempre terminaban con la misma frase: «El primero que vimos era el mejor para el papel».

Alden no había cumplido los 30, tenía 29 cuando resucitó a Han Solo, y ya era una estrella en potencia, pero la película no convenció a nadie y el actor se quedó en la estacada. Un golpe así acaba con tu carrera y Alden ha tardado cinco años en volver a las pantallas. Lo ha hecho este 2023 con tres películas muy distintas y con las fuerzas renovadas. Oso vicioso, Oppenheimer y Juego Limpio (Fair Play).

De las dos primeras se ha hablado mucho, y muy bien, de la tercera en cambio se sabe menos. La estrena ahora Netflix, que compró los derechos por 20 millones de dólares, es el debut como directora de largometrajes de Chloe Domont, y está producida por T-Street, la compañía fundada y dirigida por Rian Johnson que está detrás de la saga de Puñales por la espalda.

Para que se hagan una idea, Fair Play juega en el terreno de Wall Street (1987), Margin Call (2011), El lobo de Wall Street (2013), La gran apuesta (2015) y películas similares sobre tiburones del mundo de los fondos de inversión. Sus protagonistas son Luke y Emily, analistas financieros en una gran compañía con sede en Nueva York, además de perdidamente enamorados y enganchados en una atracción sexual que ya queda clara en la primera escena, en plena celebración de la boda del hermano de él.

El problema es que su noviazgo debe ser secreto en el trabajo, pues la compañía que no tiene compasión no admite relaciones sentimentales entre sus empleados. El jefe de la firma es una leyenda y lo interpreta con permanente cara de sádico y gesto impasible el actor inglés Eddie Marsan. 

El tema se empieza a torcer cuando alguien, no se sabe quién, va a ser promocionado, un codiciado ascenso como gestor de carteras.

Y entonces entra en escena la ambición y la lucha de poder, todo salta por los aires y seremos testigos de una despiadada guerra donde sólo puede quedar uno. Esto no es La guerra de los Rose (1989), esto es un drama erótico que se toma muy en serio a sí mismo y donde brillan Alden y la actriz inglesa Phoebe Dynevor, que sale de Los Bridgerton para comerse el mundo.

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