Roger Ebert (1942-2013) fue, entre muchas otras cosas, el primer crítico de cine en ganar el premio Pulitzer, y un temido cronista que con bajar el pulgar se podía cargar una película. Una de sus frases más célebres era: “En términos generales hay dos tipos de pesadillas, las que se sueñan y las que se convierten en películas”.
Le recordamos con algunos de sus más gloriosos, feroces e implacables comentarios.
Resident Evil 2: Apocalypse (2004): “Es una total pérdida de tiempo sin sentido. No podía existir ningún motivo para producirla, excepto ganar dinero, ni lo hay para verla, excepto gastarlo”.
El jefe (2005) es una película totalmente innecesaria. Nadie necesitaba hacerla y nadie necesita verla.
Le dejo al lector adivinar si Historia de lo nuestro (1999) tiene un final feliz, pero ¿y qué, si lo tiene? Un filme como éste trata de cuánto somos capaces de aguantar mientras lo vemos, no de adónde llega al final.
Un indio en París (1994) es una película francesa. Sin embargo, no está en francés con subtítulos en inglés. Se ha doblado al inglés. Un movimiento inteligente porque no es probable que atraiga a nadie que sepa leer.
En Guardianes del espacio (2004) sir Ben Kingsley intenta por todos los medios no interpretar a nadie y volverse invisible.
Es la primera película (Encantado de matarte. 1996) que he visto que no mejora al compararse con una pantalla en blanco vista durante el mismo periodo de tiempo.
Al filo de la muerte (2002) es como una alarma que suena sin que haya nadie en la habitación. Hace su trabajo y se detiene y a nadie le importa.
Ir a ver Godzilla (1998) al Palais del Festival de Cine de Cannes es como asistir a un ritual satánico en la basílica de San Pedro.
El Esmoquin (2002) es tonta más allá de toda comprensión, e incluso si no fuera tonta, estaría más allá de toda comprensión.
Deuce Bigalow, gigoló europeo (2005), se gana la vida limpiando acuarios y prostituyéndose de vez en cuando. Cuánto cobra no lo sé, pero cualquier precio vale la pena si le mantiene fuera de las calles y de cualquier otra película.
El director, llamado Pitof, probablemente recibiera dos nombres al nacer y sería de sabios que utilizara el otro para su próximo proyecto tras Catwoman (2004).
A Bill Murray le gusta no aparecer en los créditos de muchos de sus trabajos y eligió la película equivocada (Los Ángeles de Charlie. 2000) para incumplir esa costumbre.
Me pregunto cuánto le habrá dado Carlo Ponti a Roman Polanski para hacer ¿Qué? (1972). Diez centavos habría sido demasiado.